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Crónica: Earthless en Lima 2018
Lo increíble del rock’n’roll de bandas como Earthless y demás que figuran en los carteles de Necio Records es que es a priori. No es necesario un reconocimiento previo de los ganchos o letras para perderse en el desgarre frenético de la guitarra o recibir cada tarolazo en el mero cerebro. Y aún estando familiarizado con la discografía de Earthless, el componente improvisatorio exige que uno venga en plan de tabula rasa.
Llego alrededor de las 9:30 de la noche. Ligero retraso, local casi lleno. Está tocando Rito Verdugo, la banda novel de Necio Records, sello que viene haciendo honor a su nombre y moviendo más bandas internacionales por aquí que varios. Alcancé dos o tres temas de Rito, un combo de rock pesadísimo de guitarras mellizas y voz pentatónica. Contundente, buen comienzo, local más lleno. Ahora un cáliz de gin tonic.
La segunda banda es Culto al Qondor. Al Chino Burga lo conocemos como guitarrista de múltiples bandas (cualquiera de las cuales calzaría en este cartel) pero en Qondor canaliza al Lemmy de Hawkwind, anclando en el bajo temas hipnóticos, con propulsión, espaciales y espaciados. El set consistió de dos o tres temas. El último, “Inmutable”, es una gema.
Preferí retirarme a la barra durante El Jefazo y preservar la sanidad de mis oídos para Earthless, licencia que me puedo dar en parte por haber visto al Jefazo suficientes veces antes para constatar que siempre acaban con todo (como corresponde). Esta vez no fue diferente.
Ahora sí, local lleno, la banda hace unas pruebas rápidas en escenario y lo dejan vacío un rato antes de subir nuevamente. Manos, gritos en el aire, el primer tema es “Uluru Rock“, un riff ominoso que empieza de manera inadvertida, la banda se va encendiendo como las válvulas de un amplificador, gradual. Isaiah Mitchell no demora en liberar uno de sus característicos solos: las notas acuchillan el aire, los dedos del tipo garrapatean todo el mástil de una Stratocaster vapuleada. Hacia la mitad del tema hay un cambio de tempo. como un motor que ya calentó para entrar a una velocidad sería. Todo lo que viene en adelante es puro desmadre.
Un par de temas del disco más reciente, “Black Heaven“, despiertan saltos y empujones, “Electric Flame” y “Gifted by the Wind” son dos temas más cortos, compactos, densos en riffs y además cantados. La voz de Isaiah tiene un timbre recontra clásico y audiogénico, es curioso que esté prácticamente ausente de otros temas. Por supuesto que está la otra voz, la guitarra. El hombre toca casi por reflejo, parece que el cerebro está conectado al instrumento y programado para no dejar vacíos ni entre canciones.
Quienes completan el power trío son Mario Rubalcaba – un absoluto monstruo en batería, conocido de otras bandas como OFF!, Rocket from the Crypt, y Hot Snakes. Es una fuerza que debe presenciarse para entenderse. El bajista original, Mike Eginton, está ausente porque algún malestar lo ha forzado a volver a casa. Lo reemplaza un bajista brasilero cuyo nombre desconozco, pero suena perfectamente integrado a la banda. No sabrías que es el reemplazo a menos que te lo digan.
La pieza principal del set es un tema bastante prolongado en Mi – repasando los álbumes de Earthless en Spotify no logro determinar cuál – pero la extensión no puede haber sido menor a unos 15 minutos. Tan solo el final – el momento en que el ritmo empieza a ralentizarse, los solos alcanzan su pico, los golpes se separan cada vez más y caen más pesado – duró aproximadamente 3. En algún momento de esta odisea de canción, Isaiah rompió una cuerda, dejó que el ruido haga lo suyo y cambió a su segunda guitarra, retomando todo en pleno vuelo.
Luego de un “¡Muchas gracias!” que para efectos prácticos sabemos significa “ya viene el encore”, Earthless retorna para tocar dos o tres canciones rápidas (reconocí “Volt Rush“) y cerrar el set con una versión demente de “Communication Breakdown” (Led Zeppelin). Durante un segundo se me desajustó un tapón de oídos y temí por los pobres tímpanos del resto de la audiencia: me di cuenta del volumen inmisericorde al que éramos sometidos. Es demasiado rock. Ya hemos cubierto nuestra cuota de rock hasta Navidad gracias a Necio Records. A los que no fueron solo podemos esforzarnos, inútilmente, en transmitir con palabras o clips de teléfono lo que se vivió.
Crónica por Nicolás del Castillo. Fotos por Briknole Photo
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