Crónica: Foals en Lima 2016

Desde el segundo piso del C.C. Barranco Arena se tiene una mejor perspectiva del mar de gente que se extiende por la primera planta del local. Es una cosa rara: el miércoles estuve aquí para ver a Unknown Mortal Orchesta y el local, albergando menos gente, no se veía tan inmenso. Ahora parece que toda la gente que esta aquí metida lo hubiera hecho crecer. Y se siente en el aire lo que esta gente lleva esperando, no aquí parados, sino cada uno por su cuenta.
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Desde el segundo piso del C.C. Barranco Arena se tiene una mejor perspectiva del mar de gente que se extiende por la primera planta del local. Es una cosa rara: el miércoles estuve aquí para ver a Unknown Mortal Orchesta y el local, albergando menos gente, no se veía tan inmenso. Ahora parece que toda la gente que esta aquí metida lo hubiera hecho crecer. Y se siente en el aire lo que esta gente lleva esperando, no aquí parados, sino cada uno por su cuenta.


Alguna figura se desliza por el escenario y desencadena una reacción en la multitud, pero no es a quien estamos esperando. Mientras converso con un par de amigos y tomo mi chilcano, algo en el fondo – al comienzo no se nota muy bien – va cogiendo intensidad. Es como un ruido, luego toma forma, luego se hace cada vez más fuerte y entonces nos damos cuenta que es el soundtrack que anuncia la salida de Foals, como si ellos mismos tocaran la puerta, cada vez más fuerte, diciendo: Ya salimos. Ya vamos a salir.
Jimmy Smith – no Yannis Philippakis – es el primero en pisar el escenario. Camina hacia su guitarra y arranca con las primeras notas de “Prelude”, seguido por el resto de Foals y el entrañable Yannis Philippakis, con su estatura media tirando para pequeña y que aún así comanda pura autoridad. El rugido del público es de una magnitud que he escuchado pocas veces. La banda no pierde tiempo e inmediatamente después de “Prelude” se lanza a los primeros compases de “Snake Oil”, tema decididamente más movido y rockero (a falta de un mejor término). Aquí se observa a la gente comenzar a saltar frenéticamente, como sucederá en especial con temas de Holy Fir y What Went Down, placas que marcan un giro hacia un sonido más inmediato, menos cerebral. Entre canciones, Yannis se dirige al público y le dice lo que todos saben pero que igual hay que decir: “Gracias por esperarnos, sabemos que ha pasado un año”. Todo el mundo grita. Sí pues, hemos esperado años.

Luego viene la guitarra vaporosa e inconfundible de” Olympic Airways”. Para los que siguen a la banda desde Antidotes, este es un momento irreal. Digo que es irreal porque no la totalidad del público parece asimilarlo por completo; no todos cantan ese memorable Dis – a- ppe –ar! como sucederá más tarde con otros temas, pero este es el momento definitivo y recompensante para los fans más veteranos. Luego de “Olympic Airways” viene “My Number”, y ahora es cuando la banda y el público finalmente entran en sintonía. Los coros se elevan, todo el mundo baila y el mismo Yannis da volteretas y va y viene por el escenario, sin fallar una sola nota, obviamente.
De aquí en adelante todo es locura. El público está enganchado y solo es cuestión de alimentarle las canciones. Desde la intensidad frenética de “Providence” hasta la épica y etérea “A Knife in the Ocean”, todo parece una sola canción que no termina.” Inhaler” desencadena todos los gritos y saltos que está diseñada para provocar, y los ingleses desaparecen del escenario dejando al público en un punto alto. Muy alto. Aquí podría haber terminado todo – de hecho, todos asumen tanto que habrá un encore que esperan unos minutos antes de pedirlo – pero Foals vuelve con “What Went Down”, – when I see a man, I see a lion!,- “Hummer”, y dos sorpresas más del primer álbum: “Cassius” –momento increíble: accident, accident, accident- y “Two Steps, Twice”, que termina de sacudir lo que había que sacudir, de aplastar lo que había que aplastar. Yannis Philipakkis es el último en bajar del escenario. Su guitarra yace en el suelo, retroalimentándose en un ruido incendiario. Esta noche todo el mundo recibió lo que esperaba.
Crónica por Nicolás Del Castillo. Fotos por Mireya M. Denegri.

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