Crónica: Vivo X El Rock 6 – 12 de diciembre 2015

El Vivo X El Rock ha crecido año a año hasta convertirse en el festival de rock más grande del Perú. Comenzó como un típico concierto chikipunk de Lima Norte y cuando les quedó chico el C.C. Plaza Norte se pasó al Parque de la Exposición hasta que se superó su capacidad de 30 mil personas. Entonces se tuvo que dar el siguiente paso: el Estadio Nacional. Tras llevar a 40 mil personas en su última edición, era el momento de apuntar a un festival de la magnitud de los más grandes de Sudamérica, con varios escenarios simultáneos, veinte bandas internacionales, treinta nacionales y la capacidad para recibir 75 mil asistentes en busca de música.

Vivo-x-el-rock-6El Vivo X El Rock ha crecido año a año hasta convertirse en el festival de rock más grande del Perú. Comenzó como un típico concierto chikipunk de Lima Norte y cuando les quedó chico el C.C. Plaza Norte se pasó al Parque de la Exposición hasta que se superó su capacidad de 30 mil personas. Entonces se tuvo que dar el siguiente paso: el Estadio Nacional. Tras llevar a 40 mil personas en su última edición, era el momento de apuntar a un festival de la magnitud de los más grandes de Sudamérica, con varios escenarios simultáneos, veinte bandas internacionales, treinta nacionales y la capacidad para recibir 75 mil asistentes en busca de música.


Vivo X El Rock 6 fue sin duda el concierto más grande del Perú pero también tuvo problemas tan grandes como el festival mismo. Acá les contaremos nuestra experiencia vivida el sábado 12 de diciembre en el Estadio de la Universidad San Marcos. Lo bueno, lo malo y lo feo que esperemos sirva para aprender de los errores y que esta ciudad pueda gozar de un festival a la altura de los grandes de la región.
El día comenzó temprano para muchos. Algunos habían acampado la noche anterior y otros llegaron para hacer cola desde las 10 am esperando ser de los primeros en el concierto que arrancaba al mediodía con Leusemia, Cementerio Club y Allison. Otros en cambio seguíamos el festival desde nuestras casas viendo los videos y fotos de quienes reportaban desde allá. Entonces recibimos una primera alerta: una enorme cola se extendía por toda Av. Amezaga.
Sabiendo que el único alimento que se nos ofrecería adentro sería pan con chorizo, preferí almorzar en mi casa. Me bajo del micro en Av. Universitaria con Av. Venezuela y camino por Av. Amezaga para encontrarme con angustiados rostros de quienes hacían una cola que daba tres vueltas hasta por fin llegar a la única puerta de ingreso. Eran las 4 pm y había cerca de 20 mil personas en una cola que iba desde la Av. Venezuela hasta dar la vuelta en Av. Oscar Benavides.

De hecho no había nadie de la producción afuera del Estadio, cero señalizaciones y una anarquía total entre quienes hacían cola sin saber a dónde los dirigía. Al asomarme a la única vía de acceso me encuentro con una situación alarmante: una terrible aglomeración que se convirtió en un peligroso disturbio. Los agentes de seguridad de Vips y Seven Control Security demostraron no tener capacidad para manejar una situación así y su actitud matonezca aumentó la violencia. Era tal el descontrol que la policía tuvo que intervenir para poner orden. Tremendo error tener una sola puerta de ingreso en un evento que esperaba recibir 75 mil personas.
A la prensa le tocaba entrar por la puerta de Av. Venezuela así que no tuve problemas. Fui a la puerta de ingreso para observar la situación desde adentro y me encontré baldes con correas rebalsadas por el suelo. Tratando a los asistentes como si fuéramos pandilleros, se les quitó la prenda de vestir sin anunciar previamente que se tomarían aquellas absurdas medidas de seguridad.
Lo increíble fue que las colas no acababan una vez adentro. Los ingresos a los otros escenarios también tenían barreras de seguridad que crearon nuevas colas. Incluso escenarios como el Fusión, que era de acceso libre para todos, tenía barreras que bloqueaban el ingreso y aglutinaban a la gente que quería pasar. Nuevamente absurdas medidas de “seguridad” que generaban más caos y tumultos. Urge una capacitación de parte de Defensa Civil para estos eventos donde se bloquean zonas de tránsito pero, por ejemplo, nadie impide que la escalera del escenario Extremo sea bloqueada por gente que la usaba como gradería.

Pero vayamos a hablar de lo bueno. Una vez adentro se respiraba un ambiente de emoción y mucha expectativa. Eran las 5 pm y cada escenario estaba repleto de gente. En el Extremo había cerca de 5 mil personas pogueando con Terreviento, en el Fusión teníamos otras 8 mil al ritmo del reggae de Dread Mar I pero sin duda lo más sorprendente era el Estadio que a estas horas ya mostraba más de 20 mil personas cantando “The Reason” de Hoobastank.
Aproveché que seguía en el Estadio para ver un poco de Mago de Oz, quienes repetían el plato en el festival, y luego me fui a ver a Los Cafres al escenario Fusión. Ya era de noche y las luces de los escenarios habían convertido a San Marcos en un disneylandia del rock. Los servicios eran fluidos, se podía comprar cerveza a 7 soles sin mucha cola y en los baños tampoco había mucha espera. En cambio, el choripán, la única fuente de alimento disponible (bueno, también había un puesto vegetariano al que nadie le daba bola) para alimentar a 75 mil personas a lo largo de más de 14 horas, sí mostraba largas colas.
Sin duda lo que faltó fue una zona apropiada para comida. Ahora los foodtrucks ofrecen una variada opción para los comensales que pudo ser aprovechada. También faltó una zona de descanso alejada de la bulla para que podamos recobrar energías y descansar los oídos, como es común en los festivales más grandes del mundo.
El siguiente en mi recorrido fue PXNDX, quienes se despedían de los escenarios para darse una pausa antes de grabar su próximo disco y eran recibidos por un estadio repleto cantando aquellos temas clásicos que marcaron a la generación emo del nuevo milenio. Luego seguí con Sum 41 para por fin ver a Deryck Whibley, Dave “Brownsound” Baksh y Jason McCaslin sobre un escenario local tras tantos años viéndolos en la tele con videoclips como “Still Waiting”, “In too Deep” y “Fatlip”.

Parece que todos querían estar en el Estadio porque cuando fui al escenario Fusión para escuchar a Miki González había casi la mitad de gente que hubo durante Gondwana, Dread Mar I y Los Cafres. Me quedé para escuchar a los electropicales de La Mente, quienes tuvieron la cortesía de acortar su set para que no se siga aplazando el horario por los retrasos y darle más tiempo a Dolores Delirio.
Volví al Estadio para ver un poco de El Tri con un Alex Lora desafiante con el público para animarlos a subir la energía. Luego llegó el turno de un clásico latino: Molotov. El cuarteto mexicano demostró su juerguera actitud y armó el desmadre con hits como “Puto” y “Gimme tha Power”, además de contar con la aparición del actor Alfonso Zayas para “Parasito“. Lo triste fue que por verlos tuve que sacrificar a Metamorphosis y Asmereir en el escenario Alternativo.
Ya era más de la medianoche y muchos empezaban a retirarse tras 12 horas de música ininterrumpida. El escenario Alternativo lo cerró Puddle of Mudd y los brasileros de Sepultura. Al otro lado, el Estadio acabó con Collective Soul, quienes regresaban luego de cinco años desde su presentación en Arequipa; seguidos de Enanitos Verdes nuevamente en el festival; y finalmente los argentinos de Illya Kuryaki and the Valderramas quienes saldaron la deuda tras la cancelación del 2014 cuando se supone tocarían junto a Calle 13 y Molotov.
Vivo X El Rock 6 rompió un nuevo record de asistencia y fue el primer festival a lo grande del Perú. Sin embargo, los comentarios del día de hoy no son sobre la música, son sobre los insufribles problemas del ingreso. Que la noticia del festival más grande de rock en Perú sea opacada por no haber previsto las medidas de seguridad para recibir a los 75 mil asistentes que esperaban demuestra lo mucho que hay por aprender. El terrible error del ingreso debe ser revisado y compensar a quienes hicieron colas de hasta 5 horas mientras sus bandas favoritas sonaban a lo lejos.
Ahora les dejamos las fotos por Diego García Cadenillas.

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