Aterciopelados: “Seguimos siendo una banda de rock alternativo. No nos casamos con ningún género de moda”

Conversamos con Héctor Buitrago, cofundador de la banda colombiana que será parte de la edición 2024 del Festival Selvámonos, en Oxapampa
Contenido elaborado en alianza con Tercer Parlante

 

Con Aterciopelados, el rock colombiano tuvo un antes y un después. Pero lejos de vivir de su estatus de culto y de referentes de la música latina contemporánea, la agrupación fundada por Andrea Echeverri y Héctor Buitrago se mantiene vigente con nuevos lanzamientos y reinterpretaciones de una obra que ha recorrido ya tres décadas. Una discografía marcada por la experimentación y, sobre todo, por la espontaneidad. Después de unos años, los Aterciopelados volverán al Perú para presentarse en la edición 2024 del festival Selvámonos, la cual se realizará entre el 7 y 8 de junio en Oxapampa. Sobre esta próxima visita, conversamos con Héctor.

 

***

 

Con un poco de arqueología musical, se puede rastrear la primera visita de Aterciopelados al Perú hasta la Feria del Hogar de julio de 1997. Llegaron como parte de la gira promocional del disco La Pipa de la Paz (1996). De hecho, en un recorte del diario colombiano El Tiempo se menciona que ese concierto en Lima fue “todo un éxito”. ¿Qué recuerdas de esa fecha?

H: Sí, creo que la fue la primera vez que visitamos Perú. Andrea es mejor para las fechas [Risas]. Pero recuerdo bien ese concierto, y que después viajamos a Cusco. Con los años hemos podido visitar diferentes ciudades peruanas.

 

Ahora vuelven a Perú después un par de años, ya que llegaron en 2022 para presentar el álbum Tropiplop (2021).

H: No parece, pero ha pasado un tiempo. Es buenísimo que podamos participar en el festival Selvámonos, ya que nunca habíamos visitado la selva peruana.

 

Selvámonos tiene un formato interesante al reunir artistas de diferentes estilos en plena Amazonía peruana. En esta edición, ustedes comparten cartel con Armonía 10, una de las agrupaciones de cumbia más emblemáticas del país. Conectando las ideas, me preguntaba: ¿cuál es el impacto que ha tenido la cumbia en la música de Aterciopelados?

H: A mí particularmente me han influenciado muchas músicas, pero la cumbia es la música con la que crecimos Andrea y yo. Me refiero a la cumbia más folklórica, de la costa de Colombia. Sonaba todo el tiempo cuando era niño. Al empezar con Aterciopelados, dejamos salir todas las influencias; entre ellas, la cumbia, que siempre estuvo presente. A nosotros llegó con algunas variaciones y fusiones; incluso con el rock. Aquí había una especie de cumbia que llamábamos ‘chucu chucu’, que era el resultado de los experimentos que varias agrupaciones hacían entre la música tropical y el rock. También descubrimos la cumbia amazónica que se hacía en Perú. Todo eso es parte de lo que se convirtió en mi música favorita: la experimentación del rock con la cumbia.

 

Te planteaba todo este contexto de la cumbia y el disco La Pipa de la Paz porque, al rastrear la primera visita de Aterciopelados al Perú, noté que llegaron con “Baracunatana” como gran éxito en las radios limeñas. Este hit era realmente una canción de cumbia popularizada por Lisandro Meza en los años ochenta, pero que ustedes reimaginaron desde el rock. ¿Les resultó natural concretar esta fusión en 1996?

H: “Baracunatana” surgió de estar en los camerinos previo a los conciertos, y recordar canciones de infancia que nos sabíamos todos. Esas canciones que no eran rock, sino que eran ‘chucu chucu’ o folklore colombiano. Empezábamos a cantarlas para calentar hasta que nos terminó gustando. Así que pensamos en grabarlas. Para ello, ni siquiera fuimos a la versión original, porque la canción ya nos la sabíamos. Con ese espíritu de rearmarla tal como las sentíamos, grabamos “Baracunatana”. Por eso, tiene cambios en la letra respecto a la composición original de los años ochenta. Después se ensayaron las guitarras con la banda, para que finalmente lo produjera Phil Manzanera (Roxy Music) en su estudio de Londres.

 

 

¿Lisandro Meza alguna vez les hizo un comentario por la versión de “Baracunatana”?

H: No, pero sí lo hizo Leónidas Plaza, el autor de la canción. Se emitió un documental sobre la costa colombiana, donde [el periodista Ernesto McCausland] contactó a Leónidas, quien recibió muchas regalías por nuestra versión de “Baracunatana”. Con ese dinero, incluso, pudo construir una casa. Fue un documental muy lindo, ya que nos permitió saber qué había pasado con él y cómo escribió la canción.

 

Trasladar la rítmica, la cadencia, la sensación de la cumbia al esquema del rock… ¿fue complicado en el estudio?

H: En esa época, éramos muy atrevidos. Ojalá que lo sigamos siendo hoy, pero en esa época éramos muy atrevidos. Hacíamos cualquier tipo de mezcla y de fusión. No solo con la cumbia, sino también con la ranchera y el bolero. Generalmente, nos salía bien. Algunas veces sonaba raro, y hasta el día de hoy hay algunas cosas que nos suenan raro. Pero intentamos ser espontáneos y hasta inocentes en la manera de abordar esa fusión, esos arreglos. Nos lanzamos a hacerlos… y funcionaron. La versión de “Baracunatana” es muy chévere, muy potente, muy rockera; a pesar de que es una canción de música tropical, cumbia o ‘chucu chucu’. Es muy rockera. Y Phil Manzanera hizo que sonara aún más rockera.

 

¿Fue importante el aporte de Phil en la fusión, entonces?

H: Totalmente. Fue muy importante. Sobre todo, en el sonido. Logró uno más potente que el que presentamos con el disco anterior, El Dorado (1995); grabado en un muy buen estudio de Bogotá, pero sin los músicos e ingenieros de sonido que tenía Phil.

 

El Dorado, que está próximo a cumplir 30 años, sigue siendo un disco definitivo para la escena del rock colombiano. En este trabajo, la fusión ya estaba presente.

H: Sin duda. Aunque “Baracunatana” y el álbum que vino después, La Pipa de la Paz, fueron determinantes para penetrar otros mercados de Latinoamérica, como el peruano. Eso no lo habían logrado los sencillos de El Dorado: “Bolero falaz” y “Florecita rockera”. Con La Pipa de la Paz sonamos hasta en emisoras de música tropical en el continente. Tanto la canción como ese disco rompieron fronteras que no habíamos roto con El Dorado.

 

 

Hoy la banda sigue bastante activa. Después de haber editado Tropiplop (2021), este año han lanzado una versión en directo de El Dorado (2024). Cuando editaron este disco tan alabado por la crítica hace ya tres décadas, ¿sintieron que se había convertido en una valla difícil de superar?

H: El Dorado representó cosas muy positivas para nosotros, y alguna que otra negativa. Es muy chévere que la gente siga recordando las canciones de esa época y que estas sigan transcendiendo generaciones. Hoy, una canción como “Florecita rockera” les gusta muchísimo a los niños, lo cual es sorprendente. Pero también fue difícil porque El Dorado significó un cambio de género musical respecto al primer disco, Con El Corazón En La Mano (1993). Nos reclamaron que por qué habíamos dejado de lado el hardcore punk. Nuestra respuesta siempre ha sido la misma: seguimos experimentando. Luego llegó Caribe Atómico (1997), un álbum que nos acercó a la electrónica. Jamás nos quedamos quietos; todo lo que hemos hecho ha sido desde la curiosidad, lo espontáneo y lo orgánico, no tanto desde la academia o la investigación. Hacemos música con lo que va saliendo y con lo que nos vamos encontrando; no con algo muy pensado. Durante un tiempo sentimos el compromiso de tener que cantar estas canciones, pero ya nos reconciliamos con ellas y ahora las disfrutamos mucho en vivo. Sabemos que generan ese momento en el que todos brincamos, bailamos y cantamos.

 

¿Les costó mucho decidir las colaboraciones de esta versión en directo de El Dorado? Están Rubén Albarrán y Carlos Vives, quienes parecen ser los invitados naturales en este universo de fusión que propone Aterciopelados.

H: Bueno, nosotros estábamos de gira mientras ensayábamos para este proyecto en vivo de El Dorado. Llegábamos a Bogotá y nos juntábamos durante unos días. En el último momento, decidimos buscar a más personas que puedan participar. Afortunadamente, Carlos Vives logró acomodar su agenda y pudo cantar con nosotros en el Palacio de los Deportes. A Rubén Albarrán lo habíamos contactado meses antes y ya estaba listo un día antes del concierto.

 

Mencionaste, Héctor, que Aterciopelados siempre se ha movido de género en género para grabar discos. ¿Llegará el momento en que aterricen en la música urbana, el reggaetón o el trap?

H: Como productor, sigo y me gusta la evolución de la música. Puede ser que ahora tengamos una música más electrónica; más sintética, en el buen sentido de la palabra, porque los sonidos son más claros y todo suena perfecto. En cierta medida, hemos dejado atrás las distorsiones. El rock está ahí, pero ahora se puede hacer una canción en una tarde con la computadora. Y eso sonoramente es otra cosa, que no está ni mal ni bien. Se le puede sacar mucho provecho. Eso es lo que ha pasado con la música urbana, que además ha aprovechado el baile.

Y además es un estilo contemporáneo…

H: Sí. En cada etapa, nos hemos acercado por los lados a diferentes estilos contemporáneos. Lo hicimos con el trip hop en Caribe Atómico, por ejemplo. Con lo urbano hemos tenido nuestros acercamientos, pero de manera directa todavía no lo hemos hecho. Una de las características de Aterciopelados es que somos eclécticos… y lo seguiremos siendo siempre. Tanto Andrea como yo componemos canciones desde diferentes géneros, dependiendo del estado de ánimo y de lo que queramos decir. Eso para nosotros tiene un doble sentido: a veces es difícil saber dónde situarnos, y a veces surgen canciones muy rítmicas o muy lentas. Pero no nos casaremos con ningún género.

 

 

¿Aterciopelados sigue siendo una banda de rock alternativo? ¿O es una etiqueta que ya no les alcanza treinta años después?

H: Eso estábamos reflexionando el otro día. Creo que todavía somos una banda de rock alternativo. Aunque el término alternativo puede ser diferente hoy. Lo alternativo en 2024, no es lo alternativo de hace treinta años. Es diferente, como muchas cosas en el mundo. Es muy relativo. Pienso que seguimos siendo una banda de rock alternativo porque no nos casamos con un género de moda o con una tendencia. Seguimos moviéndonos. Somos alternativos también por las letras, ya que siempre hemos hablado de temas que antes no se hablaban como la ecología, el ambientalismo, la defensa de lo indígena, el feminismo. Hace treinta años, estos no eran temas populares, sino alternativos. Hoy son populares.

 

Es interesante que definas a Aterciopelados como una banda que nunca se casó con los géneros musicales de moda. Entonces, deduzco que si Bad Bunny, el artista de moda hoy en día, los llama para hacer una colaboración… ¿sería difícil decirle que sí?

H: Ahí tiene que ver mucho la posición de Andrea y la mía. A veces no la compartimos. En el caso que mencionas, yo no le vería problema dependiendo de la canción como tal. Y sé que esa también es la posición de Andrea. Suelen invitarnos para hacer featuring, pero Andrea y yo siempre esperamos a escuchar la canción. Eso es lo primero. Si es una composición chévere, que conecta y tiene que ver con nosotros… avanzamos. Más allá del género. Si no, no. ■

 


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