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Crónica del Río Babel 2024
- Fecha de publicación : 4:55 am
- 07/10/2024
- Última actualización: 4:05 pm
- 07/15/2024
¿Qué idioma hablan los peces? Son omnipresentes en este recinto con dos escenarios musicalizados al sur de Madrid. En una inversión de la naturaleza, como si hubieran brincado y se hubieran suspendido en una gigantografía vertical, los peces desde arriba miran a los humanos que transitan por el Río Babel, festival que año tras año se lleva a cabo en la Caja Mágica.
El Río Babel no es un festival masivo, por suerte, el público asiste en cuerpo y alma y no da la espalda a los artistas ni usa el escenario como fondo de una fotografía, y ciertamente uno no se siente raro por vestir normal, hay chiquillos y mayorcitos, y lo mejor que se les ha ocurrido a los creativos de una cervecera para publicitar su marca es un mensaje intergeneracional de cuarenta metros en la zona VIP: «Un día eres joven y otro intentas usar PEC» (más adelante ejemplificaré el correcto uso de este acrónimo). La verdad es que con el calor que hace no hay necesidad de promocionar los refrescos embellecedores.
Esto se trata de música a orillas del río Manzanares, renombrado Babel por un fin de semana, cuando las melodías erigen un edificio de idioma universal (gracias, Gustavo Cerati), donde el único pasaporte es el buen rollo (y, evidentemente, una pulsera con un chip: precio aproximado 70 euros por tres días).
Quien debe romper el hielo (que no hay, o un cubo de hielo caliente si cabe) es Juan Esteban Aristizábal Vásquez, a.k.a Juanes. Aunque viste de negro, casi como un fan bien conservado de Iron Maiden, y con un sonido introductorio que de lejos uno podría confundir a su banda con los Foo Fighters, basta con que el colombiano pulse su guitarra en los lugares correctos para que la gente le saque brillo al suelo con tan pegajosos riffs, esos que en los dos mil eran usados como ringtones: Mala gente (en el infierno enterita te vas a quemar), La paga (y si tú me pagas con eso, yo…), tengo la camisa negra… y más. Con mucho carisma, aun para entonar sus letras de despecho, juntando lo que parece opuesto —el sonido tropical con cierto espíritu metalero—, Juanes guía al público en un viaje del recuerdo y por Sudamérica y cierra su performance con La luz, de intenciones más tribales que ponen en movimiento hasta al más perezoso.
El cielo de Madrid con una tonalidad azul Capri, y por el horizonte, sobre un muro de la Caja Mágica, pasa un tren low-cost. Time-lapse: todo se oscurece mientras la gente se desplaza de un escenario a otro.
Este año Argentina tiene varios representantes, y en tiempos de Copa América, destacan las remeras albicelestes de Messi y la de un grupo nostálgico con —lo que parecía— una imitación del modelo alternativo del mundial Estados Unidos 94 con el apellido Maradona en la espalda. Andrés Calamaro asciende al escenario principal en esta noche de jueves, el Salmón como plato fuerte. Vestido con una gorra, pañoleta y con una fina camisa azul con dos botones abiertos que no muestran pecho sino el cuello de una camiseta negra de algodón, como un beisbolista retirado, Andrés maniobra sobre su guitarra Telecaster de color acuático a la manera de los cracks (pensar en Mark Knopler o en Bruce Springsteen). Canta Cuando te conocí y homenajea a Diego Armando con esa que dice que no es una persona cualquiera, sino un hombre pegado a una pelota de cuero, y que no me importa en qué lío se meta Maradona, siempre se le va a querer.
En el set list del nacido en Buenos Aires predominan temas del Honestidad brutal, cuyo aniversario 20 es motivo de la gira. La presentación incluye guiños a clásicos como Kashmir de Led Zeppelin y My Sharona de The Knack. El toque musical está intacto, quizá más prolijo que nunca. Entre luces naranjas el Salmón —hoy un tiburón— se ha plantado sobre la tarima como una estrella de rock, cantando No tan Buenos Aires igual que Bob Dylan su Like a Rolling Stone. No obstante, este es un festival y no un show para fanáticos, y por la elección de temas (se descartaron hits como Loco, El salmón o algún retintín de Los Rodríguez) y por su poca o nula interacción con el respetable (tal vez por una reciente controversia política en la que se involucró gratuitamente en España), Calamaro da a entender que se le debe más de lo que él está dispuesto a entregar. Como sea, su concierto es un lujo. Es, muy probablemente, el último eslabón de un rock argentino que comenzó con Sui Generis y que con Charly García, Soda Stereo, Fito Páez, Los enanitos verdes —y pocos más— distribuyó sus himnos por toda América Latina. ¿Viste?
Buena suerte y hasta luego, che.
Quienes han tomado esa posta caliente con lazo albiceleste son unos chicos de la ciudad de La Plata: Él mató a un policía motorizado. Sonido muy muy motorizado, esta banda es una maquinaria musical. Los graves, tanto de la batería como de cuerdas, remecen la tierra y desacomodan los ejes del corazón, y se mezclan agradablemente con los beats de una percusión en escena que añade sensaciones a las melodías más monótonas. Es una agrupación con una fanaticada fiel en Madrid. Se distinguen como una masa que salta al pie del oscuro escenario. Indudables son los méritos de Él mató, pero sus seguidores también forman parte del espectáculo, es un público que todo artista quisiera tener. Probablemente, realizaron uno de los mejores shows del Río Babel la noche del viernes (sí, ya estamos viernes). Y, aun tres o cuatro días después del concierto, un servidor tiene como un meme sónico el estribillo:
Ahora estoy arriba de mi casa con un rifle.
Ahora estoy arriba de mi casa con un rifle.
Entre los aplausos y los gritos de «otra, otra», le pregunto a una amiga de la generación Z:
—¿Qué te ha parecido el concierto?
—PEC.
—¿PEC?
—Por el culo.
—¿Eso es bueno o malo?
—Cuando algo te gusta, es PEC.
—OK.
Últimos minutos del viernes. Una brillante Amaral recibe el encargo de culminar la segunda jornada del festi. En un contexto de egoísmo político y social, este grupo es un canto de esperanza. Las banderas del arcoíris se levantan en medio de un campo de 10 mil personas (cifras oficiales: 18 mil personas el 05/07), en la semana internacional del Orgullo. Los visuales, con movilizaciones a blanco y negro, con tomas de personas unidas en protestas, refuerzan el recordatorio de lucha y solidaridad mientras Juan Aguirre está pinchando en su guitarra de color apasionado las notas agudas de Revolución. Luego, Eva Amaral alude a las víctimas de violencia de género al dedicarles su Salir corriendo. En una bonita atmósfera de confraternidad, la banda se despide de Madrid interpretando Marta, Sebas, Guille y los demás, un himno del pop español que cierra el círculo que en horas del día comenzó La oreja de Van Gogh con un repertorio que fue más bien un recopilatorio de lo mejor de los 2000.
***
Entre la alegría y la resaca del triunfo de España en la Eurocopa, la asistencia disminuye el sábado y eso se percibe en la espera por la comida —variadita: de hamburguesas a noodles picantes— y también en los sanitarios, lo cual siempre se agradece, aunque es justo decir —como veterano de este festival— que en el Río Babel las urgencias para usar los baños son inusuales, el aforo es perfecto para que todos puedan pasárselo bien (muuuy bieeen). Hay que comentar también la accesibilidad inclusiva, ya que hay espacio y rampas para los desplazamientos en silla de ruedas. La única crítica apunta hacia los precios de bebidas y comestibles, que también podrían adecuarse a todos los bolsillos. El embellecedor cuesta 7 y la primera vez, por el derecho a un vaso, 9.
Es el último día y The Cat Empire arma su rumba en el escenario y la gente responde a pesar del sol desintegrador, hay energía y hasta ganas para sonreír en los infaltables selfis y grupales. La orquesta australiana, con trompeta hecha en Cuba, es también diversa en los géneros por los que se menea, del jazz al ska y del funk a los ritmos latinos.
Tocan Los Babasónicos y hay que nadar hacia la otra pecera. Adrián Dárgelos, vestido con cierta majestuosidad, demuestra lo que llaman «oficio», su voz ronca reverbera y derrocha sensualidad al contonearse, mientras que su hermano con outfit de cowboy rocker Uma Rodríguez hace repetidamente el moonwalk en una esquina del proscenio y continúa perpetrando pasitos a lo bestia: sus pies se deslizan como mantequilla sobre las tablas (yo quiero esos zapatos).
A medianoche, el dúo sudafricano Die Antwoord emerge como del infierno con una música apocalíptica y los cuernos de su logo estampado en pantalla gigante. Tras una introducción a lo anticristo, con mamelucos de fosforescencia naranja la pareja sudafricana comienza un set demoledor. La Caja Mágica enloquece con su ráfaga de rap-rave, hay pogo y un olorcito dulce y cálido.
Una hora realmente vibrante.
Después de haber halagado la comida española, el dúo le dice adiós a Madrid con un discreto calvo de Ninja. En algún momento de su presentación, han comentado que ha sido la primera vez que tocan en la capital de España, olvidando que en junio del 2016 también estuvieron en la Caja Mágica, solo que en otro festival.
Esperemos que no se olviden de nosotros esta vez.
Porque todos o muchos de los presentes recordaremos este fin de semana con mucho cariño. Confieso que le tengo aprecio a este festival, principalmente porque es de Madrid y no hay que viajar, pero también por su apuesta multicultural y por bandas no tan mainstream: es un deber mencionar a otros participantes de esta fiesta como Two Door Cinema Club, Caloncho, Cardellino, AKRIILA, Trueno, Morochos, Nil Moliner, Vicente García, Rayden, Gilipojazz y Modena City Ramblers. Como curiosidad, la composición peruana Cariñito de Ángel Aníbal Rosado fue tocada tres veces por distintas agrupaciones: La Pegatina, Depedro y The Cat Empire.
—¿Peruana? ¿Pero esa no es una canción mexicana?
Esa pregunta me ha llevado a reflexionar sobre la ausencia peruana en el Río Babel. En el 2017 Kanaku y El Tigre fue parte de su cartel, desde entonces no hemos tenido más representantes. Suelto algunos nombres que podrían encajar perfectamente: 1. Los Mirlos y su sonido amazónico; 2. Los Outsaiders, ellos saben lo que es tocar en estadios y festivales como Rock al Parque de Colombia; 3. UCHPA, hard rock con sonidos ancestrales y letras en quechua; 4. Christian Meier, el cantautor ha vuelto a la música y hace poco estrenó un tema en colaboración con el español Mikel Erentxun; 5. Daniela Darcourt.
Es sábado, o domingo ya, una de la mañana, salgo de la Caja Mágica cansado y contento, y mientras hablo de los artistas ya no sé si lo que digo son palabras o glu glu glu.
¿O PEC?
¿Será que por un instante he conocido el lenguaje universal?
¿Habré oído cantar al río?
Una crónica de Luis Francisco Palomino.
Las fotografías son de Mariano Regidor, Patry Martin, Ainhoa Laucirica y Aldara Zarraoa.
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