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Crónica: Devendra Banhart en Lima 2017
La carrera musical de Devendra Banhart empezó cuando le tocó un puñado de sus canciones por teléfono a Michael Gira, líder de la mítica banda experimental Swans y fundador de Young God Records, y lo enamoró. Varios años han pasado desde ese momento y la figura de Devendra, siempre un alma inquieta, ha pasado por varias mutaciones. Desde el misterio de su voz extraterrestre y mal grabada en sus primeros discos (sólo acompañado por guitarra acústica), a la revelación en un ícono de la movida ‘freak folk’ gringa de mediados de los 00s, hasta el paso a la elaboración musical más fina -ya con una banda de acompañamiento- y los nuevos matices sonoros (ritmos latinos y letras en español, solos de guitarra de rock setentero, sintetizadores y ritmos disco). Así es como el venezolano-estadounidense llegó a Lima, con diez discos encima, cosa que ha debido hacer tarea difícil la selección de un setlist.
El concierto lo abrió uno de su mancha cosmopolita, el franco-chileno-mexicano Adán Jodorowsky, quien ya ha venido a Lima un par de veces en los últimos 6 años, haciendo conciertos en días seguidos y en el hueco donde le dejen tocar. El público recordó por eso sus canciones tristes y su personalidad encantadora con cariño, coreando principalmente las sacadas de su disco Amador. El ‘feelin’ del público con Jodorowsky es un buen ejemplo de que si un artista internacional poco conocido se manda a venir por aquí, puede armar una base sin problemas. El público peruano no es ingrato.
Luego le tocó a Devendra y su banda subir. En su setlist de hora y media, la preponderancia la tuvieron sus dos últimos discos, Mala (2013) y Ape in Pink Marble (2016), que son igual de buenos que cualquiera de sus anteriores pero han sido tal vez infravalorados en el panorama musical. A pesar de ello, era el material con el que el público en Lima estuvo más familiarizado y entusiasmado. Igual, esta propensión a lo nuevo hizo echar de menos a esa parte del público que lo siguen desde el mejor momento de su carrera (ese período 2004-2007 donde sacó consecutivamente el maravilloso cuarteto de discos que son Rejoicing in The Hands, Niño Rojo, Cripple Crow, y Smokey Runs Down Thunder Canyon).
Su tremendo carisma es uno de los ejes principales de su show. A Devendra siempre se le ha sentido como una de esas personas que nació en la época incorrecta, y ese siempre ha sido su máximo ‘appeal’ como performer. Al mismo tiempo, esta época de donde ‘vendría’ no está claramente definida, pues mimetiza con su estilo y sonido a varias (los 60, 70, y ahora los experimentos de Bowie y el disco de los 80). Es como la encarnación de la idea que un hipster de mitades de los 2000s tendría de un ‘hippie’.
Este concierto ha demostrado, también, que a pesar de los años Devendra sigue siendo el máximo galán del indie. “Estás rodeado por billones de amantes en el mundo. Si te pones a pensar así, nadie está sólo”, dijo en un momento al público, en su gran mayoría compuesto por chicas encandiladas. En otras manos, ese tipo de frases podrían ser insufribles, pero a Devendra nadie le puede negar que es carismático.
Al estar en Latinoamérica, no fue sorpresa que lo que funcionó más con el público fueron sus canciones en español (“Brindo”, “Quédate Luna”, “Mi Negrita”, “Carmensita”). Donde reapropia en código ‘indie soft rock’ elementos del folklore venezolano y latinoamericano (en entrevistas siempre menciona a Simón Díaz, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Caetano Veloso, entre otros). Devendra es un artista importante, también, pues funciona como enlace de esta tradición con la del folk hippie ‘místico’ anglosajón de los 70s (Dylan, Young, Fairport Convention, Vashti Bunyan, Tyrannosaurus Rex).
Es por esta posición que fue grato escuchar la emoción del artista al hablar de su banda peruana favorita, El Polen, contando que estaba nervioso porque había escuchado que habían miembros de la banda en el público. Devendra muy humildemente, pero con énfasis y la aprobación de su banda, recomendó varias veces que los escuchemos.
Esta no fue sino la primera de varias de las intervenciones directas y espontaneas con el público. Al ser consciente del volumen de su catálogo, Devendra se plantó solo con la guitarra a recibir pedidos. Como la gente no le paró de pedir “Santa María de Feira” a lo largo de todo el concierto, amagó con tocarla por sólo 15 segundos. Pero uno de los momentos más bellos del concierto fue cuando preguntó si alguien en el público tenía alguna canción inédita para que suba a tocarla. Se mandó Diana Matos, de Alias la Gringa, una de las bandas nuevas más interesantes del círculo alternativo, que realmente tiró la casa por la ventana al presentar su canción ‘La Vaca’ sola con la guitarra de Devendra frente a un público que en su mayoría definitivamente nunca la había escuchado.
Tal vez una hora y media quedó corto para el amplio y rico catálogo musical de Devendra, pero la emoción y estos momentos espontáneos (así como un buenísimo cover en español del “Sound and Vision” de Bowie), hicieron de esta una buena fecha. El mal cálculo del músico al presentar a su banda cuando estos ya habían salido mostró inconscientemente la emoción que llevaba por empezar su gira en Latinoamérica. Y eso siempre es bueno ver.
Crónica por Nayo Aragón. Fotos por Fabio D. Miranda
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