Crónica: Lima Indie Festival 7

Sterenoiz suena como la radio. Y la canción “Someday you will know” es de esas que has oído en algún momento pero no recuerdas cuándo. Esfuerzas tu memoria y piensas en un comercial de televisión. El tipo que elegía las músicas de fondo de Movistar sí que tenía un oído fino para las melodías (de grupos peruanos que no parecen peruanos; otro caso, el de We The Lion).
Los Stereonoiz se han reunido después de tiempo para el Lima Indie Festival 7 (LIF7) en el Centro de Convenciones Festiva. Son casi las nueve y ya hay una porción considerable de seres humanos merodeando por el primer piso mientras ellos acaban de tocar.
La siguiente en instalarse en el escenario es Clara Yolks. Cinco instrumentistas la rodean. Su show inicia con “Lunera”, un tema folk rock con algo impreciso de los Andes. La voz de la cantante destaca, se mete en los tímpanos y es imposible sacarla de ahí. A pesar de su juventud, se mueve con seguridad, disfruta de la presentación.

Se quita la casaca, se queda con un polo blanco con caras alienígenas. Clara Yolks ha descendido de una nave con un talento extraterrestre. Un verdadero acierto de los productores del LIF7 convocar a esta chica que merece ser mucho más conocida. Hay que escucharla, seguirle el rastro.
Sin la intención de compararlas, por ratos recuerda a Mon Laferte y Janis Joplin. Posa para los fotógrafos, baila, interpreta las letras con potencia… El único detalle que descuadra de Clara es la mezcla de temas en inglés y español, hecho que parece común en las bandas “indie”. Toca apostar por una sola lengua, creo eso le daría una mayor coherencia a su performance y a su repertorio.
El evento de esta noche de sábado cuenta con un pequeño stand donde se venden los CD’s de nuevos grupos locales. Esa imagen, la mesa llena de carátulas, confirma el gran momento de creatividad en el circuito de rock pop alternativo de Lima. Quizás ya se cae de maduro un compilatorio con lo mejor de estos años. Hay tanto material desconocido en Internet y tantas bandas buenas en la sombra que se necesita a un guía, un Virgilio que alumbre con su linterna las zonas más oscuras, con menos tráfico, de YouTube y Spotify.

Más música. Los Cecimonster Vs. Donka hacen un show efectivo que remite a los noventa. Algunos poguean. La agrupación ya está por cumplir 10 años pero aún no despega completamente. Tal vez deberían hacer un balance de lo hecho en esta década y arriesgar más. La competencia exige perfección hasta en variables extramusicales (revisar entrevista con Gabriel Arévalo de Riviere), y a los Cecimonster Vs. Donka podría servirles un vestuario con más vida, menos hardcore gringo. A Difonía y a Mundaka, por ejemplo, les funcionó la estrategia de un mismo outfit para sus tocadas.
Todo entra por los ojos, y es así como los Astronaut Project se filtran en las retinas de los asistentes: disfrazados con trajes espaciales. La propuesta evidencia la expectativa y el interés del grupo por el LIF7, y es gratificante para la audiencia: a todos nos gusta creer que vivimos una experiencia única, y los disfraces le dan un aspecto más artístico y especial a la puesta en escena. En lo musical, “Sueños de cristal” es su cohete.
Si bien la formación incluye a una violinista –cuyo instrumento no necesita amplificación para hacerse notar–, la orientación melódica de los Astronaut Project es clara: full synth pop. No obstante, en la lírica comparten con Clara Yolks y Cecimonster Vs. Donka esa indecisión por un único idioma.
La trivia es: ¿Cuáles bandas peruanas han triunfado componiendo temas en inglés?

Alejandro y María Laura se toman varios minutos para alistarse. Es la primera vez que los escucho en vivo, y creo que sólo este proyecto valió cada sol de la entrada. Van por su tercer disco, y los viajes en avión para tocar en otros países no han sido en vano. Suenan y se ven concisos. María Laura es el centro, no hay instrumento capaz de competir con sus cuerdas vocales. Reina en el proscenio, tiene presencia. A su derecha, Alejandro no es el mejor cantante, pero abre la boca con tanta confianza que uno puede creer que lo es. Igualmente, aunque la guitarra cuelga de él, no se pasa todo el rato arañando sus cuerdas. Toca poco y en momentos insospechados, y esa discreción sonora le hace justicia al lema “Menos es más”.
El secreto de Alejandro y María Laura se halla en lo impredecible. Sus canciones son como una película indie con cuatro estrellas de calificación: uno no sabe con certeza cuál será el siguiente sonido. Un punto extra por la preparación de sus visuales. En síntesis, cuarenta minutos asombrosos. Y su trombonista, Giacomo, merece una mención adicional: es el tipo espontáneo y audaz que la pareja necesitaba.
Dos recomendaciones de La casa no existe, su último álbum: “De tronco en tronco” y “Matrimonio”.

El siguiente en subir al estrado es Carlos Compson, un tipo valiente, no sólo por la manera como se planta en horario estelar frente a chicos que esperan a otros, sino también porque es el hombre detrás del LIF, un evento en el que se pone plata que no siempre regresa (sería más rentable organizar una fiesta de trap), pero que honra su nombre de independiente, pues su cartel está compuesto principalmente por jóvenes que no son masivamente conocidos pero que chambean con pasión, como Clara Yolks, los Banana Child y Crik Faluzi, y otros músicos que a sus cuarenta o cincuenta, como Pipe Villarán, François Peglau e Iván Mindreau, o como el mismo Carlos Compson, continúan en ese oficio muchas veces ingrato de rockero peruano, lo cual tiene algo de heroico. Todo acto noble tiene algo de heroico, y esto no es una moda.
En conclusión, la subcultura de rock pop alternativo sigue creciendo en Lima, y lo novedoso es el diálogo fraternal entre artistas nuevos y legendarios, lo cual es saludable: sólo con unión se logrará la victoria que cada corazón anhela.
Finalmente, el reto para el Lima Indie Festival es convertirse en esa vitrina en la que todos los grupos quieran tocar y, a su vez, en un espacio donde sea posible para el espectador descubrir propuestas diversas y –mejor aún– vanguardistas.
Por el momento, el festival cumple. Sospecho que su próxima edición dará que hablar.
Crónica por Luis Francisco Palomino. Fotos por Laurent Valdivia.
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