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Crónica: Testament en Lima 2017
Cada vez que vienen a tocar estas bandas metal, para alguien que las escuchó desde su adolescencia, es imposible separarlas de un lugar en Lima en el que en los 90 era una suerte de templo y en el que se adquirió todo lo que se pudo de ellas (en formato original o en copias pirata la mayoría de casos): Galerías Brasil. Si bien la experiencia de escuchar música es personal, con el metal, como en ningún otro género, ocurre un fenómeno de identificarte con una horda o una tribu y más aún cuando vas a un concierto de alguna de estas bandas cuya música fascinó mi oído adolescente y que cobijó algo que llamábamos rabia en esos tiempos.
Viene a mi memoria sucesos musicales tan trascendentales como el primer concierto en Lima de Sepultura o Megadeth y esa conexión inmediata entre completos desconocidos en la cola o en el mismo show en la que existe una identificación y juntos forman parte de una suerte de comunidad muy particular en la que se rompe toda camaradería en esa vorágine de perdición que es un pogo. A pesar de eso, soy un convencido que detrás de la rudeza del cuero y las pulseras de púas se encuentran, en muchos casos, los corazones más nobles.
Este año hemos visto tocar a bandas que jamás pensaba ver tocar en Lima como Deicide, Brujeria y próximamente Venom. A Testament no los pude ver el 2013 y 2015 por lo que mi expectativa estaba al tope y daba por descontado que la banda estuviera en plena forma y no porque lo hubiera leído por ahí o por haber visionado videos en YouTube (es más, preferí no ver absolutamente nada ni saber que tocaban) sino porque desde que pisé el local donde iban a tocar, mi fanatismo era incondicional.
¡Había que ver el entusiasmo del público en las previas a la salida de Testament! Cuando llegué al C.C. Festiva se vivía una fiesta particular entre los asistentes a pesar que ya muchos los habían visto antes. Traté de ponerme al medio (a sabiendas de lo que me esperaba), para poder apreciar lo mejor que pudiera el show sobretodo el sonido cuya calidad ha sorprendido en los últimos shows que pude asistir. El reloj pasaba las 9:30 pm, hora en la que en el papel estaba acordada la salida de la banda, pero no importaba.
Se apagan las luces. Ver saludar a los miembros originales de la banda, los entrañables Chuck Billy, Alex Skolnick y Eric Peterson, me hacía sentir un completo privilegiado sin siquiera haber escuchado nada aún solo las vivas del respetable recibiéndolos. Arrancaron con “Brotherhood of the Snake” de su álbum del año pasado y desde ese momento se vivió cada minuto, hasta el final del concierto, como una dimensión paralela entre el movimiento frenético de la horda, los cánticos en cualquier idioma menos el inglés y el pogo del que fueron parte desde la primera fila hasta la última.
Ya no había vuelta atrás. Me refiero a mi ubicación en la que todo ya estaba perdido. Era solo entregarse a la demencia o morir (literalmente) en el intento. Creo recordar “Rise Up” como segundo flagelazo entre toda esa marcha de guitarras y gritos. Para la tercera me quedó claro que la artillería pesada se la estaban guardando para después y que habían venido a tocar también canciones de sus últimos discos de los que seguro están muy orgullosos. Para este momento, me aparte para escuchar a la banda y la voz de Chuck Billy y quedé fascinado. Todo estaba en su lugar, toda la técnica (con corazón) y líricas de desarrollo místico que siempre ha sido marca de la casa, estaba intacta.
Pasaron dos temas más del Brotherhood of the Snake y llegó una de las primeras cumbres del show: “Signs of Chaos” del álbum con el que sonaron en todos lados (gracias a hits como “Electric Crown” o “Return of Serenity”) con un impecable solo de Alex Skolnick. Aplausos a rabiar. Siguió justamente “Electric Crown” que me trajo recuerdos del MTV en los 90 que pasaba videos de metal en la madrugada. El Festiva que casi se viene abajo. Ver y escuchar a Chuck Billy, con ese look detenido en los 80 y con una personalidad y garganta intacta, no podía más que emocionarme al borde de las lágrimas. Los coros del público era la reverencia que se merecía esta bandaza.
“Into de Pit” de su segundo álbum The New Order fue otro estallido liderado por ese desgarro maléfico en el que a veces encarna Billy junto con esas furiosas descargas eléctricas de gran poderío. Se dejaron escuchar más canciones de sus últimos álbumes y también visitas a discos noventeros (“Low” y “Eyes of Wrath”) y luego todo el local descendió a los infiernos con “Practice What You Preach”, tocada impecablemente. Una montaña rusa con unos Testament de actitud pulcra y profesional y a la vez familiar, si cabe el término.
“The New Order”, el instrumental “Urotsukidôji” como preámbulo a la canción que da título a uno de sus mejores discos: Souls of Black. Un rugido de aplausos supo agradecer que la tocaran. Cerraron con “Over the Wall” y “Alone in the Dark” de su primer álbum. Dos genialidades. El público vitoreó hasta que volvieron a salir y se despidieron con “Disciples of the Watch” en la que sólo recuerdo que la banda se retiró feliz después de la entrega del público y para quien escribe, uno de los shows más memorables que se han realizado en esta ciudad.
Crónica por Alvaro Torres. Fotos por Lucas Godoy
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