Gian Marco Zignago: «Yo sí considero haber dejado un legado musical en mi país, y sobre todo educativo»

Gian Marco con su guitarra sobre el escenario

Horas antes de presentar al público peruano su más reciente disco, Aún me sigo encontrando, el cantautor reflexiona sobre el proceso de creación, la industria en la que trabaja hoy en día y cómo ve a las nuevas generaciones enfrentándola. 

Sobre el escenario del Teatro Municipal, en el Centro de Lima, Gian Marco aparece en escena. Faltan siete horas para el concierto con el que presentará al público su decimoséptimo disco, Aún me sigo encontrando, pero junto a su equipo va revisando cada detalle de cara a un show especial. Para él, las reacciones serán vitales ante, quizá, el disco más introspectivo de su amplia carrera.

En tiempos de inmediatez y de lanzamientos de sencillos sin pausa, presentar un nuevo álbum representa un nuevo examen de admisión para el músico. Esta vez, lo rinde para demostrar su versatilidad y su permanencia en el tiempo. Y tal vez esa sensación de incertidumbre ante la reacción, sea la que le permita seguir en este negocio.

Estuviste acostumbrado a sentarte en tu estudio a componer, preproducir y conceptualizar tus discos antes de llegar a un productor. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar, desde el inicio, todo el material junto a alguien como Julio Reyes?

Teníamos pendiente grabar una canción juntos, y cuando terminamos de hacer “Todo va a estar bien”, le pregunté si quería producir el disco. Es cierto, yo tenía la costumbre de armar todo y de ahí llegar a un productor, en algún momento incluso se me ocurrió producir un disco yo solo (#Libre, 2015), que fue una experiencia muy bonita pero muy dura a la vez, porque tenía que ser extremadamente autocrítico y darme palazos constantemente. En este caso me sentí mucho más libre, más sereno y confiado de abrir mi corazón hacia otra persona, para trabajar un disco en el que creo que la misión ha sido conservar mi esencia y no repetirme.

¿Sientes que cumpliste con esa misión?

Creo no haberme repetido en mis discos. Siempre pongo de ejemplo que después del álbum A Tiempo (2002), que fue mi sexto disco y el primero en llegar al ámbito internacional con ese famoso tropipop de la época, yo grabé Resucitar (2004), que es un disco totalmente roquero. Para mí de eso trata la música. Hubiera sido muy fácil quedarme en la Estación de Barranco cantando todos los viernes, pero los que conocen mi obra saben que lo que viene no va a ser igual a lo anterior, porque nunca voy a seguir una línea específica musical. Me gusta sorprenderme también a mí mismo con canciones como “Aún me sigo encontrando”, que tiene un poco de ese ritmo afroperuano, pero también lleva algo muy profundo que está en las letras. Yo generalmente hablo de amor o de desamor, pero referirme a nuestra propia profundidad como personas, hablar del encuentro con uno mismo y que esa creación termine siendo el primer sencillo del álbum, eso me da mucho más ilusión. Te hace saber que estás haciendo las cosas de una manera diferente.

¿Estuvo planeado desde el principio contar con artistas invitados como Rubén Blades, Silvio Rodríguez, Mike Bahía o Leonel García, entre muchos otros?

Este no fue pensado para ser un disco de duetos, se fueron dando. Cuando nos sentamos a escuchar “Aún me sigo encontrando” medianamente producida, sentimos que Rubén debía estar ahí. Lo mismo pasó con Mike Bahía para el tema “Contigo hasta el final” o con Catalina García para grabar “Tú”. En el caso de “No es amor”, primero hice la versión balada y después me fijé que esta canción podría ser una salsa y no tenía ningún artista nacional en el disco, entonces dijimos para cantarla con Daniela Darcourt, que es una gran intérprete. Porque también está este tema que, cuando vas a grabar con alguien, por lo menos tienes que sentir un poco de admiración por esa persona, te tiene que gustar su obra o su voz. Andrés Cepeda es un ícono del pop en Latinoamérica y su versatilidad es hermosa; lo mismo pasa con Leonel García, que es un gran autor y tiene esa onda de exploración musical en sus álbumes que hoy en día no es lo común denominador. Hoy la música se parece más a una fábrica de chorizos. Entonces, para mí fue un regalo muy lindo que cada uno de ellos tuviera el desprendimiento de cantar una canción que no era suya, y sobre todo compartir con dos personajes como Rubén Blades y Silvio Rodríguez.

Y con tantos artistas conocidos en distintas vertientes de la música, ¿no hizo que se pierda el hilo conductor del disco? ¿Cómo fue que trabajaste un álbum con ritmos afroperuanos, merengue, baladas y salsa? 

Es un poco la vida. A mi me gusta ser divertido, pero también reflexivo. En mi caso, empecé a construir el disco desde una décima: “La vida me tiene andando de prisa pero sin penas”. Y un poco que eso me reflejaba. Pero no me hizo ruido el hecho de grabar una salsa con Daniela, un merengue con Mike o una rumba flamenca con Luis Enrique y Guzzi. No quería hacer un tutti frutti de cosas, pero me puse a pensar y me dije: “el público que me sigue, el que verdaderamente conoce mi obra, sabe que me gusta decir cosas en las canciones, que las frases son importantes”. También me gusta que la gente en los conciertos cante conmigo y la pase bien, y no dejé de lado el desamor, que a todos les gusta, o canciones como “Todo va a estar bien” o “María”, que empieza con esta figura cinematográfica de una mujer mayor, con el pelo largo, canoso, los pechos absolutamente caídos, las rodillas arrugadas y frente a un espejo, desnuda, preguntándose por qué su marido ya no quiere tocarla. Pero dentro de ese gris, ella empieza a darse cuenta de lo valiosa que es. Esa canción también está dedicada a las mujeres, y a las personas en general, que son abusadas psicológicamente, sexualmente; las personas que quizás no tienen un contacto físico con nadie, desde un abrazo hasta estar en pelotas y tener un contacto físico piel con piel con alguien, porque no se atreven, porque tienen vergüenza o porque simplemente tienen prejuicios, sabe Dios.

Yo creo que el común denominador en la gente es escuchar canciones para disipar, pero en mi caso creo que mi público escucha mis canciones como si fuera un libro, creo que me escuchan a solas, en pareja o en el auto, en un momento de silencio. Por eso es que cuando yo hago un concierto, todo este universo de personas que escuchan mi música a solas, se encuentran, y esa comunidad hace que el show funcione. Al menos esa es mi teoría.

Justamente “María” y “Todo va a estar bien” son las únicas de tu autoría al cien por ciento y de las pocas que no lanzaste como sencillos. Curiosamente, también, en plataformas como Spotify son las que menos reproducciones tienen. ¿Qué siente un artista cuando ve que alguna de sus obras no tiene el impacto que pudo haber pensado?

Es que el algoritmo y toda esta parte de las métricas no me puede sugestionar. Una canción puede ser la más escuchada en una plataforma y tener otra cantidad de vistas en YouTube; y en otras plataformas los números vuelven a cambiar. Yo quería que “Todo va a estar bien” sea sencillo, pero también hay un tema de compañía y de estrategia que me tuve que dejar llevar un poco por la industria. Pero en concreto, no siento nada al respecto porque no estoy muy atento a eso. A mí lo que me sorprende es el ‘en vivo’. Por ejemplo, en el disco Días Nuevos (2011), “Desde hace un mes” nunca fue sencillo, y fue la canción más cantada en concierto. Yo sé que hoy el algoritmo es Dios, pero la verdad es que no puedo mirar la música como números.

También porque tienes un poco de esa “vieja escuela” en la que se medía el alcance de otras formas…

Por la radio tal vez, por las peticiones de las llamadas o la cantidad de gente que iba a un concierto. La primera vez que fui a un concierto masivo tenía veintitrés años y metimos cuarenta mil personas en la Feria del Hogar. Dos años antes, fui uno de los primeros artistas en tocar el Gran Estelar, y fueron a verme 200 personas. ¡No había nadie! Luego, con el disco Entre la arena y la luna (1995), me volvieron a llamar. Ahí está “Parte de este juego” o “Dónde estarás”. Fue una época muy importante y ese show fue brutal.

Los temas que siguen sonando en la radio…

Hay canciones que funcionan y otras que no. Cuando lancé 8 (2006), por ejemplo, ese disco estaba totalmente adelantado en su época. Lo hice con Kiko Cibrián y los únicos temas que sonaron fueron “No te avisa” y “Vientos del sur”. Fui con el álbum a varias radios en el Perú y me regresaron a mi casa rapidito, me dijeron “eso no va a sonar acá”. Entonces, no quisiera pensar tanto en esas métricas, porque incluso las canciones que escribí para Aún me sigo encontrando no fueron pensadas como hits, el público las convierte en eso. Pero claro, hay que trabajar en el álbum. Una vez José José me dijo: “el disco es redondo, y para que suene hay que darle vueltas”. Ahí está la chamba. Yo acabo de hacer mi primer sold-out después de años de trabajo en México, en el Pepsi Center. Después de hacer no sé cuántos lunarios y mucha promoción, de eso se trata la música hoy en día.

¿Y piensas que eso si lo sienten músicos más jóvenes? Esa presión por la reproducción de canciones. 

Definitivamente.

Nicole lleva unos años en la escena, y ya apareció en medios como Rolling Stone. Fabian y Abril están empezando sus carreras. ¿Al estar tus hijos en etapa de formación, sientes que necesitas estar distanciado o no dudas en darles una ayuda cuando la necesitas?

Yo creo que las conversaciones que tenemos son más en base a lo que opinan de la industria, a cómo enfrentarse ante la frustración. Eso sí me interesa conversar con ellos. Porque Nicole tiene una competencia brutal. Y hay una generación de jóvenes que hoy en día que creen que están tarde, y no es cierto. Todo tiene un paso a paso. Hay gente que tiene la suerte de ser famosa a los diecinueve años y de tener un hit global, pero pregúntale a ese chiquillo dónde va a estar de aquí a treinta años. Es lo que yo le digo a mis hijos, esfuércense por hacerlo mejor, no vendan su alma al diablo, traten de que la industria trabaje para ustedes y no al revés, sepan diferenciarse y no tengan miedo. Fabian y Abril aún no empiezan, pero Nicole ya está de gira y se va con sus músicos y no es que tenga un crew gigante; y eso me gusta, porque es muy consciente de que no es una estrella, que no no viaja en un avión privado sino que se está comiendo el rollo de chequear su maleta de cargar su equipaje, sus equipos, alquilando el carro yéndose de estado a estado. Nicole está disfrutando esa parte de la carrera que hay que disfrutarla, porque es vital. Así como yo disfruté de los bares. Eso tiene que suceder y eso es lo que converso con ella, que intente ser una esponja de esos momentos porque eso la van a mantener en el tiempo. Sí, por supuesto, que se va preocupar también por los streams, ahora sacó una canción con Camilo que es trending. Ya, genial. Pero, ¿de qué se trata esto? ¿De estar trending? Eso está bueno, pero también vale la pena dejarlo de lado.

A mi Nicole una vez me preguntó por qué no fui más famoso, y le dije que porque quise ser papá, y esa experiencia nadie me la va a quitar, y sigo trabajando de lo que me gusta. Uno de mis mejores ejemplos es Billy Joel. Yo quiero llegar a 75 años haciendo conciertos. Billy nunca vino al Perú, pero que un artista no vaya a un país no lo hace menos. Sin embargo, en nuestro país, a nuestros propios artistas les decimos: “ah no, si no tocas en otro país no eres exitoso”. Y la verdad es que tú no sabes lo que pasó esa persona para trascender siquiera en su barrio o en su ciudad. Pero tienes que trabajar en eso. Lo mismo le digo a mis hijos, que no viven en el Perú y que tienen otra visión más abierta de lo que es la industria y saben a dónde se meten. Ya si con el tiempo deciden ser más o menos famosos, o incluso si quieren seguir en el negocio, pero cuando comienzas sí tienes que arrancar como si fueras Usain Bolt. Quieres todo. Eso está cool, pero la carrera solita te va a dar tu ritmo de trabajo.

Hace un par de meses te preguntaron cómo veías la música en 30 años y pediste que no pierda la sensibilidad y la experiencia de tocar en vivo. ¿Qué opinas de algunos artistas como Bad Bunny, que son capaces de lanzar un excelente disco y que en concierto no existen los instrumentos? 

Pero eso me parece válido porque la oferta es esa, no te están diciendo que vas a ir a ver una sinfónica nacional. Y es válido porque en el mundo del entretenimiento hay diferentes puertas. Si quiero escuchar a Andrea Bocelli sé que en esa puerta también habrá ochenta músicos acompañándolo; si quiero ir a ver a Karol G, ¿con qué me voy a encontrar? Tal vez con pelotas gigantes. La vez pasada vi el concierto de Taylor Swift en Disney+ y es un show impresionante. Hay gente que va a eso porque quiere ser impresionada por lo que te va a mostrar, yo prefiero ser impresionado en un concierto por un solo de John Mayer, o por un concierto de Billy Joel en el Madison Square Garden, con un par de pantallas pero sabiendo que toda esa banda está tocando lo que estás escuchando.

Pero en el mundo del entretenimiento  sí considero que es válido que tú escuches lo que te dé la gana. No puedes exigir u obligar a nadie a que te escuche ni decir que tal música es mala. Un amigo me dijo una vez “nunca digas que algo es malo hasta que no puedas hacerlo igual o mejor”. Yo no tengo el flow de Daddy Yankee, Nicole, por el contrario, sí lo tiene. Ella ha hecho cosas increíbles y es una ghost writter. Pero ese es el mundo del entretenimiento. Si tú vas a entrar a este mundo, sabiendo que estas cosas pasan, y te pones en el plan “No, lo que pasa es que yo no puedo ir a la radio; No, lo que pasa es que acá en este país no puedo…”. No, no es así. Esta es una carrera y no se trata de mendicidad. Se trata de ver qué tan capaz eres de retarte a ti mismo y ofrecerle al público una alternativa para que alguien pague una entrada para verte. Esa gente que paga lo hace porque le gusta tu música, no porque te tiene que apoyar. El día que ese discurso se acabe, sobre todo en nuestro país, muchas cosas van a cambiar. No se estanquen en el tema de “no me apoyan”. Yo podría haber dicho lo mismo cuando cantaba en el Canta Rana, por ejemplo. O me podría haber estancado en el disco 8. Yo hace mucho que no sueno en la radio, mis canciones que suenan son las canciones antiguas, y no me estanco. 

Hiciste esa declaración sobre el apoyo a los artistas peruanos el año pasado y casi te funan…

Lo dije porque lo veo de una manera mucho más práctica. La gente siempre supone, nos detenemos a pensar por qué está diciendo eso, cuando lo que queremos realmente es sacar sacar el cuchillo de una vez. Yo lo dije porque esto es una industria. ¿Cuándo has escuchado a Jaze quejarse de que no lo ha apoyado en la radio? ¿Cuándo has escuchado a ese muchacho decir algo? ¿Acaso suena en la radio? No, y mucho menos cuando hacía la batalla de Red Bull. ¿Y qué hizo el tipo? Agarró sus maletas y se fue del Perú a Buenos Aires. No porque no le guste el Perú, sino que vio el mercado, abrió sus ojos y salió. De eso se trata. Esta es una carrera y tienes que entenderla.

Con ese conocimiento adquirido a lo largo de tu carrera, ¿cómo quisieras que sean tus próximos años en este negocio?

Yo quiero que mis próximos años sean llenos de salud, de trabajo y de ver cumplir a mis hijos sus sueños. Yo ya cumplí los míos. Seguramente con los años pensaré diferente, pero de lo que sí estoy seguro es que no puedo desistir de esta carrera. No sé, el día que dejé de cantar es porque realmente no tengo ganas. Como mi madre, que dejó el teatro y era su vida; mi padre se retiró en el mejor momento de su carrera. Yo podría hacer lo mismo. Podría decir “chicos, mi disco número diecisiete, gracias. El que sigue”. Pero quiero estar presente, estar con el público, haciendo discos, saliendo adelante, poniéndole ganas en esta industria, porque una de las que más me siento orgulloso y que sí quiero que suceda en el transcurso de mi vida, es que yo sí considero haber dejado un legado musical en mi país, y sobre todo educativo. Porque yo fui el creador de esta escuela de música en el Perú con la UPC. Me pasé cuatro años creando esa vaina y me siento orgulloso. Hace poquito, estuve en una cafetería y dos muchachos se me acercaron. Me dijeron que eran estudiantes de la carrera de música. Y esa vaina, para mí, es el mejor regalo que yo, desde mi trabajo, he podido darle al Perú.

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