Rui Pereira de La Forma: «La sobreoferta de conciertos internacionales está afectando directamente a los artistas nacionales»

A 25 años de La Forma, Rui Pereira habla sobre volver, su apertura musical y el enigma de un público que sigue llegando sin saber de dónde
Sibilla

“Más allá de géneros, me considero músico”. La frase de Rui Pereira, vocalista de La Forma, no es solo una postura, es el factor que diferenció el sonido de la banda. Una banda que fue abordada por distintos discursos políticos de los medios y la prensa, y que desapareció antes de volverse tendencia. En esa breve existencia dejaron algo que aún se invoca, canciones honestas, existenciales y ruidosas. Canciones que, sin proponérselo, siguieron resonando en las siguientes generaciones, y con más fuerza.

Más de dos décadas después, La Forma sigue presente, pero solo cuando deciden que es momento de regresar. En esta conversación, con Rui Pereira, recorrimos la historia de la banda, buscamos entender cómo se sostiene una identidad, cómo se vuelve a habitar una voz cada cierto tiempo, y por qué, en un circuito que se mueve tan rápido, La Forma sigue importando.

Hablamos de furia, de apertura, de culto, de música, pero también de lo que implica hacer arte y sostenerlo; de ese público que llega sin saber de dónde, que no está en las cifras ni en redes sociales, pero que alimenta la mística más allá de la memoria de quienes los vieron en vivo, en sótanos o ferias.

La Forma regresa este 28 de junio para celebrar 25 años de música, en un concierto especial junto a 6 Voltios, …Por Hablar, D’mente Común y más. Las entradas están disponibles en Joinnus.
 

 
¿Cómo influyó la autogestión en la banda?

Durante los últimos diez años no he hablado del tema, así que siento que ahora voy a decirlo todo. Cuando empezamos, no había otra cosa, en realidad. Para esa escena, solo existía la autogestión. Nosotros recién salíamos del colegio, éramos unos niños.

¿Cuántos años tenían?

Dieciséis, diecisiete. Ahí empezamos. La Forma tiene dos etapas: una etapa pre-Forma, que puede haber durado un par de años, y una etapa en la que ni siquiera hacíamos punk. Hacíamos un rock raro, una mezcla de cosas, de cómo queríamos sonar, pero no lo lográbamos. Teníamos un conjunto de canciones y tocábamos con un baterista que era un amigo cercano, no era Antonio.

Básicamente, no teníamos contactos ni nada para tocar. Lumi, que en esa época recién había empezado a tocar el bajo con nosotros, conocía a alguien que conocía a alguien y se enteró de que habría un concierto en el centro de Lima, en contra de la dictadura fujimontesinista, en un local que era de Acción Popular.

¿En qué año fue esto?

Debe haber sido a inicios de los 2000. Al parecer, el organizador del concierto pensó que éramos una banda muy conocida y se equivocó. Nos colocó en un horario estelar, por así decirlo, abriendo el bloque principal del evento, antes de una banda de ska llamada Psicosis, que en ese momento estaba súper bien posicionada. […] Empezamos a tocar. Recuerdo perfectamente que me quedé congelado.

Para esto, en esa época yo era muy irresponsable. Estuve desde temprano en el evento; con unos amigos del barrio fuimos a un hueco del centro de Lima a comprar Thundercat, que era un trago que combinaba cañazo con jugo en sobre, colorante y saborizante artificial. Creo que me había tomado como cinco vasos y estaba un poco adormecido. Entonces nos avisaron que teníamos que subir al escenario, y cuando subí, como era la primera vez que tocábamos frente a personas, me quedé en shock. Mac vino, me tiró una cachetada y reaccioné. Ahí me di cuenta de que mi guitarra no estaba sonando porque el cable estaba desenchufado. Así que lo enchufé y empezamos a tocar.

Esa fue la primera y única vez que tocamos en ese formato, porque el baterista de esa época era hijo de un militar. Tocó encapuchado para que su padre no se enterara de que había participado en un concierto contra la dictadura, que en ese momento estaba aliada con los militares.

¿Hubo consecuencias?

Nunca lo sabré. Lo único que sé es que, después de ese show, se retiró de la banda.
[…] En ese concierto, la gente empezó a poguear con nosotros porque teníamos canciones con un sonido un poco más punk, más ska-punk. Y funcionaron. Eso nos impactó tanto que nos inspiró a seguir yendo por ese camino sonoro.

Después de quedarnos sin baterista, buscamos a alguien que tuviera un poco más de experiencia en ese género. Ahí es donde llegó Antonio. Le gustaba mucho el punk rock. […] Era como el pre-baterista de 6 Voltios, por así decirlo, cuando 6 Voltios tocaba con timbales. Él era el timbalero, y Mapache, el baterista. […]

 

 
El sonido se fue descubriendo.

Sí. En la marcha. Totalmente. Fuimos descubriendo el sonido y también nuestra forma de trabajar. Porque, al comienzo, no era un trabajo, era el sueño de tener una banda de rock. Sin intereses comerciales, sin intención de vivir de esto. Para nosotros, tocar ya era el pago.

Entonces, Antonio llegó. Recuerdo que nos hicimos muy amigos de inmediato. Alucinábamos lo mismo y nos volvimos muy cercanos. En uno de los primeros ensayos con él, justamente 6 Voltios había estado tocando antes, en la misma sala. Ensayaban justo antes que nosotros. Y cuando llegó nuestro turno, […] se quedaron un rato más para escucharnos. A Alexis le gustaba una canción de La Forma que se llamaba “El Necio”. Se quedaron, y después del ensayo nos contaron que iban a tocar en un concierto autogestionado con un organizador independiente que recién estaba empezando a hacer cosas en un centro comercial en Angamos. Se llamaba Angamos Center, era una especie de estacionamiento. Nos preguntaron si queríamos tocar ahí, que podían hablar con el organizador para que nos hicieran un espacio.

 

 
¿En algún momento hubo alguien que les dijera que quería gestionarlos? ¿O todo fue por ustedes mismos?

Todo fue por nosotros mismos. Éramos un grupo de amigos. Y, en este viaje de amigos del barrio, de andar juntos por el circuito limeño, aparece La Negra, Gisela Vega, que ahora es productora de festivales, de conciertos, y que ha sido mánager de otras bandas también. […] Ella, como estaba siempre con nosotros, nos ayudaba mucho. Era más madura, más ordenada. Nosotros éramos un desastre. Éramos un caos. Ahora miro hacia atrás y digo: “No entiendo”.

Nos ayudó muchísimo. Se convirtió en nuestra cara para solucionar problemas internos, externos, para lidiar con el mundo. Gracias a ella empezamos a cobrar; al comienzo, obviamente, nos gastamos el dinero porque no nos interesaba nada más que pasarla bien.

Creo que cada uno, a su manera, venía lidiando con algo. Éramos jóvenes problemáticos, todos teníamos algún tipo de problema en casa. […] La Forma fue un escape. Fue una manera de poder sobrevivir, psicológica y emocionalmente. Y eso conllevó a una serie de experiencias muy locas. Ahora lo pienso y digo: podría hacer una película sobre eso y nadie me creería.

Durante su separación, su música continuó resonando con nuevas generaciones a través del tiempo. ¿A qué atribuyes que se debe esta conexión generacional?

Definitivamente, a las canciones. Porque hay mucha gente que nunca nos vio en vivo, entonces no nos conoce realmente, no sabe quiénes somos.

El público de esa época, la comunidad que logramos formar, no era muy grande, pero era muy fiel. Conocimos gente increíble que nos acompañó hasta los últimos shows, en la última etapa de existencia de La Forma. Luego, toda una generación nos descubrió a través de YouTube. ¿Por qué? Por las canciones. Nosotros no nos formamos con el punk rock. No fuimos una banda que creció escuchando a otras bandas de punk. Sabíamos que el sonido existía, claro, pero veníamos de diferentes escuelas.

Si bien conocíamos y escuchábamos punk, también consumíamos otro tipo de música: rock psicodélico, cumbia, salsa, incluso a los primeros artistas de reggaetón, como Tego Calderón o el mismo Calle 13. Cuando salió «Atrévete», nosotros éramos una banda punk, pero escuchábamos esa canción, nos gustaba.

Teníamos un universo musical mucho más amplio. Siento que la manera en la que nos expresamos fue muy pura y honesta. Ese sonido algo crudo de La Forma, tratando de alinearse con lo que había pero sin ser igual, fue producto de todo ese universo musical que teníamos encima. Pero creo que lo más importante, en realidad, fueron las letras. Porque, si bien la música se diferenciaba un poco, igual estaba alineada a esta suerte de chiquipunk, pero nuestras letras no eran tan chiquis.

Conectaron.

Siento que la generación que llegó después era una generación más evolucionada. Veía la vida con otro nivel de comprensión, con más conciencia, más madurez… no sé. Entonces, el tipo de letras que escribíamos cuando éramos más chicos conectó mucho más con esa nueva generación que con la que nos tocó en ese momento.

[…] Siento que eso fue lo que pasó. Nuestras letras hablaban de problemas existenciales y personales, pero desde enfoques más alineados con lo que a la siguiente generación le tocó vivir.
 

 
¿Qué diferencia encuentras entre tus seguidores de ese entonces y los seguidores de ahora?

Si bien La Forma, en algún momento, tocó temas sociales, siempre lo hicimos desde la conciencia, no con la intención de colgarnos de un discurso. Para ser totalmente honesto, esto no necesariamente aplica a todos los integrantes de la banda, pero al menos yo, en esa época, consumía un montón de sustancias que elevaron mi nivel de percepción y me llevaron a cuestionarme muchas cosas sobre la vida.

[…] Por suerte, me encontré con un grupo de amigos, los músicos de la banda, que también podían entender lo que yo estaba poniendo sobre la mesa. Ellos también ponían sus propias situaciones, y nos dimos cuenta de que coincidíamos.

Cuando tocamos por primera vez en ese concierto contra la dictadura, éramos muy chicos. Estábamos ahí porque queríamos tocar, no éramos del todo conscientes de lo que estaba pasando. La conciencia se fue encontrando en el camino. […] Era un momento muy confuso: la prensa decía una cosa, los políticos otra, los medios de entretenimiento te vendían otra historia completamente distinta… y muy poca gente hablaba de lo que realmente estaba pasando.

Había varios discursos.

Sí. Había universitarios, mayores que nosotros, que se oponían activamente a la situación política y que fueron asesinados, estaban desaparecidos… Mil cosas pasaban.

[…] Sin embargo, siento que la generación que llegó después no conectó tanto con nosotros por ese lado político, sino más bien con nuestras canciones más introspectivas. Esas letras hablaban desde un lugar emocional, existencial, que coincidía más con lo que esa generación estaba sintiendo. Sobre cuestionar el sistema, la política o protestar contra algo, siento que hoy en día hay otro tipo de temas y causas por las cuales protestar.

Hoy, el Perú atraviesa un caos político, definitivamente, como en muchas otras partes del mundo. En la década pasada, estos temas no estaban tan en primer plano, pero ahora la generación actual les está prestando atención de nuevo. Hace diez años, me parece que los cuestionamientos eran otros: el machismo, la identidad sexual, la salud mental, la relación con la naturaleza y cómo el ser humano está destruyendo todo. Temas igualmente válidos e importantes, por supuesto, pero que en ese momento ocuparon más espacio que la crítica política directa.

Ahora, siento que esos cuestionamientos se están integrando dentro de esa lista de cosas que hay que mirar con atención, que hay que cuestionarse, porque no están funcionando.

¿Crees que Tourista tuvo algo que ver con causar ese fenómeno post-separación?

Definitivamente. Cuando empecé con Tourista, aunque antes tuve otros proyectos, recuerdo que durante los primeros cuatro o cinco años, cada vez que lanzábamos algo, la gente no paraba de decir: “¡La Forma, La Forma!”. Entonces, mucha gente que recién conocía Tourista preguntaba: “¿La Forma? ¿Qué es La Forma?”. Se ponían a investigar y descubrían que yo había tenido una banda antes, escuchaban las canciones y conectaban. Creo que fue una combinación de varios factores lo que hizo que La Forma se convirtiera en un fenómeno post-separación, aunque tomó algo de tiempo.

Cuando volvimos a tocar por primera vez después de muchos años, no podía creer la respuesta que recibimos. La cantidad de gente, las banderolas gigantes con el nombre de La Forma, todos cantando las canciones y apoyándonos… yo no lo podía creer. En nuestra época, ni siquiera mi mamá iba a verme.

Hay varios videos en YouTube de ese último concierto. En especial uno, el de «Cerrando Mis Ojos», que en ese momento era la canción más conocida de La Forma. Esa fue la última que tocamos esa noche. Se puede ver cómo la gente empieza a subirse al escenario… y no dejan de subir. Cuando crees que ya subieron todos, siguen subiendo más. Hasta que en un momento tuvimos que parar de tocar, bajarlos a todos y poder terminar la canción.

Ese video fue el que más se viralizó. Porque claro, era muy impactante verlo, y dejó la sensación de que La Forma era una banda con un montón de fans. Pero en realidad, toda esa gente que se subió era parte de nuestra comunidad más fiel.

En esa época se llamaban “Las Comunas”, y nosotros teníamos nuestra propia Comuna de La Forma. Nos juntábamos con ellos en el parque, sacábamos una guitarra acústica, bebíamos y cantábamos.

Me acuerdo de muchos casos de amigos de esa comuna que estaban pasando por momentos difíciles, y nosotros estábamos ahí para ellos. Éramos amigos, los queríamos de verdad. Era algo genuino. No se trataba de cumplir una función, de “fidelizar” a un club de fans o algo así. Lo que había era una conexión real. Eso fue lo que explotó en ese video, lo que se muestra. No eran veinte mil personas, claro, pero era mucha gente para un escenario de ese tamaño.

Se transmitió la euforia.

Totalmente. Creo que ese momento representó muy bien lo que era La Forma. Resume muy bien de qué se trataba todo esto. Y eso fue lo que, de alguna manera, trascendió. Ese video, en particular, ayudó mucho a que la nueva generación pueda construir una idea de nosotros.
 

 
No hay mucho contenido de La Forma en internet comparado con Tourista. ¿Crees que el no poder acceder fácilmente a La Forma influyó en que las personas los buscaran más?

Sí, definitivamente. De verdad, no tengo idea de dónde sale toda esa gente que viene a vernos.

Estamos haciendo este show aprovechando que, en teoría, cumplimos 25 años. Aunque hay una especie de prehistoria que nos llevaría a 27 años, como dice Mac; él dice que son 27, yo prefiero 25. Así que estamos entre esas dos versiones, pero al final decidimos que sean 25 porque suena más redondo.

Hay mucha gente que no pudo ver ese show y ahora quiere hacerlo, así que esta vez estamos armando algo más grande. Pero La Forma sigue siendo una banda que se junta solo de vez en cuando.

¿De dónde crees que viene su público?

[…] Con La Forma no tenemos esos datos. En Spotify la cantidad de oyentes es casi nula, en otras plataformas pasa lo mismo, y en redes sociales tampoco hay mucha gente siguiéndonos.

Entonces, yo me pregunto: ¿de dónde sale toda esa gente que compra un ticket para vernos? ¿Dónde están? Me imagino que tienen una forma mucho más under de conectar con nosotros. Tal vez escuchando discos en CD o en cassette. Porque también hay un ritual en eso, ¿no? Conectar con una banda que claramente no es mainstream, pero que tiene una comunidad invisible… y grande.

Sí.

Entonces, me pregunto lo mismo que tú, no lo sé con certeza, pero creo que va por ese lado.

Tal vez tiene que ver con ese sentido under.

La primera vez que nos volvimos a juntar, o tal vez fue la segunda, no recuerdo bien, algunos medios empezaron a decir que éramos una banda de culto. Y me puse a pensar: ¿qué hace realmente que una banda sea de culto? ¿Es la banda o es el público?

Cuestionándome eso, me di cuenta de que parte de la mística de La Forma no tiene tanto que ver con habernos hecho conocidos después de varios años, sino con algo más profundo: con el comportamiento del público. Hay una manera distinta de conectarse con la banda que no se ve mucho hoy en día. Es algo muy, muy under.

[…] Entonces creo que eso también alimenta la mística. Y estoy convencido de que, en gran parte, que una banda sea considerada “de culto” tiene que ver con eso, con sus seguidores. Con esa forma misteriosa de actuar del público. […]

¿Qué aprendiste en estos años fuera del escenario de La Forma para enfocarte en otros proyectos? Después de haber pasado por géneros como punk, indie, pop, urbano y hasta electrónica ¿Qué se siente regresar a tus inicios?

Es rico. El sonido de La Forma es rico de tocar, de ejecutar. Es fuerte, es poderoso. Y muy emocional. Esa combinación es potente. Los otros proyectos que he tenido tienen otros perfiles, otras formas de disfrutarse.

Más allá de los géneros, me considero músico. Eso siempre me ha permitido explorar todos los géneros, porque es un universo, un parque de diversiones. ¿Por qué limitarme a subir solo al Tagadá cuando puedo subir a la montaña rusa? Quiero subirme a todos los juegos. Y para mí, la música es eso.

Con Tourista probé un poco de todo eso. Aunque al principio algunas personas con un criterio más purista no lo entendían y fueron en contra de eso, empezamos a fusionar géneros y ahora vemos que eso conecta con una realidad global. Estamos hablando de una generación que ha crecido armando sus propios playlists eclécticos en plataformas como Spotify, y que en un solo playlist puede tener diferentes géneros. Festivales que mezclan desde Los Tigres del Norte hasta bandas noventeras de rock alternativo, pasando por electrónica, rap, trap, todo.

Es más diverso.

Se está rompiendo a nivel global, y en Perú también se está viviendo ese cambio. Pero hace unos años, a mí me cayó con fuerza. A medida que fui evolucionando, mucha gente no entendía por qué estaba haciéndolo.

Me conocieron como artista individual, más allá de las bandas, en la etapa chiqui-punk o punk-rock. Y aunque conectaba con el espíritu punk, nunca me sentí realmente punk. Era un adolescente problemático, con muchos demonios internos y creativos que se expresaban a través de la música y con una actitud rebelde y desafiante a todo. Estaba herido, necesitaba un mecanismo de defensa, sentirme agresivo, rudo y esa era mi manera de lidiar con eso. […]

 

 
¿Tuviste esa apertura desde los inicios?

Todos. […] Siempre fuimos muy abiertos, nunca cerrados. Compartíamos música entre todos. […] Siento que esta apertura musical viene de ahí, de que antes uno escuchaba lo que te ponían en la radio, y punto.

¿Qué es más difícil: mantener una banda activa o sostener una idea de banda a través de los años?

Creo que ambos caminos son igual de difíciles, pero el reto se enfrenta de formas distintas. Mantener una banda activa implica estar sacando constantemente cosas nuevas, ofrecerle al público algo fresco y evolucionar para seguir vigente en un mundo que cambia todo el tiempo. Tienes que adaptarte a las nuevas formas que va tomando la industria musical. Si te dedicas profesionalmente a eso, es complicado.

Puede llegar a ser muy frustrante, porque todos los proyectos musicales tienen altos y bajos. […] Es un juego constante. El verdadero reto es mantenerte arriba el mayor tiempo posible, porque eso te da más oportunidades, más herramientas para seguir desarrollándote… y también para poder vivir tranquilo.

Con Tourista estás en constante innovación, explorando y experimentando todo el tiempo. Con La Forma, en cambio, es revivir el mito cada cierto tiempo. ¿En cuál de los dos espacios te sientes más tú? ¿Es contradictorio?

Es contradictorio si La Forma fuera una persona y Tourista otra, y yo tuviera que ser alguien distinto en cada una. Pero no es así. Soy ambos. Y nunca dejaré de serlo. Igual que soy todos los otros proyectos en los que he participado. Al final, soy una amalgama, una fusión de todo eso. No hay contradicción, en realidad, soy una mezcla.

Voy viendo. La Forma no es un proyecto activo. No existimos como una banda que se pueda contratar para tocar en cualquier evento. Y somos muy cuidadosos con eso, porque en el momento en que pasemos de tener esta forma particular de existir a ser una banda activa, puede perder valor de alguna manera. La gente, en algún punto, se cansa de recibir lo mismo una y otra vez.

Preferimos aparecer solo de vez en cuando, para hacer algo realmente especial con la gente. Para compartir algo que conserve esa magia. […]

 

 
¿Cómo es con Tourista?

En el caso de Tourista, aunque hemos continuado sacando música, la escena en la que estamos ahora en Perú atraviesa una especie de crisis, por varias razones.

Primero, hay muy pocos espacios para tocar. Segundo, la oferta de artistas internacionales es demasiada. Ha llegado a un punto tan fuerte que, por ejemplo, como medio en Conciertos Perú, seguro lo debes ver todo el tiempo, a veces anuncian hasta cuatro shows internacionales el mismo día, todos dirigidos al mismo público y compitiendo entre sí, pero tienen que cubrirlos todos. […] El público, claro, no tiene tanto dinero, así que tiene que elegir. Se ve obligado a priorizar y termina pensando: “Me da pena, pero no me alcanza para ir a todos los conciertos que quiero ver.”

Claro.

Entonces, llega un punto en que hay tanta oferta que empiezan a surgir problemas. Los primeros en verse afectados por este crecimiento son los artistas nacionales […]

Me pongo en los zapatos de alguien que escucha a Tourista, a Los Olaya, a We The Lion, a Barrio Calavera o cualquiera de las bandas que surgieron con nosotros, y pienso: “Ya los vi, y sé que los puedo ver después”. Pero cuando se trata de un artista internacional que tal vez no regrese o que nunca he visto en vivo, esa se vuelve la única oportunidad. Entonces, lo lógico para muchos es destinar sus recursos a ver a ese artista.

Por otro lado, está el fenómeno de las ferias, espacios donde los artistas reciben un pago, pero el show es gratuito para el público. Entonces, la gente empieza a preguntarse: “¿Para qué voy a pagar?”. Esto ha empezado a generar un problema para los músicos, porque muchos terminan condicionados a tocar solo en ferias.

Entonces, a partir de lo que está pasando, he notado que varios artistas están empezando a ser más cuidadosos, evitando tocar siempre en ferias. Prefieren distanciar un poco más sus presentaciones o limitar sus apariciones, concentrándose en sus shows autoproducidos. Ahora, el tema con los shows autoproducidos es que, al inicio de esta solución al fenómeno, muchos artistas repetían el mismo espectáculo una y otra vez. Nos ha pasado a nosotros también. Pero llega un punto en que el público empieza a notar: “Otra vez el mismo show.”

Entonces, lo que está pasando ahora es que el artista nacional no solo debe autoproducir su show, sino también ofrecer un concepto diferente, un formato y setlist distinto, invitados diferentes. […] Así, el público puede decir: “Ok, puedo pagar para ver a ese artista internacional, pero también me reservo algo para ver a mi banda local, porque sé que este show va a ser diferente.”

Esta es la manera en que se está empezando a enfrentar este fenómeno, que ha sido bastante crítico para la escena local.

¿Qué hay de los nuevos artistas?

Al mismo tiempo, aparece una nueva generación de artistas que cuentan con mucho público en las plataformas digitales, pero que recién están empezando a experimentar lo que significa transformar a esos oyentes en gente que compre una entrada para verlos en vivo. Entonces, aún están en una fase de exploración.

No hay muchos shows nacionales ahora, ni de la nueva generación ni de la anterior. Claro, están los artistas clásicos que sí tienen shows constantes, especialmente en el interior del país, y llevan años moviéndose en ese circuito, se mantienen ahí. Me parece excelente que eso siga ocurriendo. Sin embargo, para las dos generaciones siguientes, la situación es un poco más compleja. Pero creo que es una etapa. Al final, todo es cíclico.

Hay que adaptarse a los cambios.

Exacto. Son proyectos muy diferentes, y en cada uno tengo que encontrar la manera de que funcione y me haga feliz a nivel personal, y también a la banda. Siento que en ambos proyectos, los músicos con los que comparto también tienen esa visión. Porque si ya no disfrutas lo que haces, ¿para qué hacerlo? Lo principal es disfrutarlo, que te guste, no que se convierta en una obligación.

 

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