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Una experiencia avantgarde sobre Nirvana, el grunge y los 90
- Fecha de publicación : 12:13 pm
- 04/10/2024
- Última actualización: 12:13 pm
- 04/10/2024
En días recientes se ha cumplido 30 años del suicidio de Kurt Cobain, el último rock star a la vieja usanza. Quisiera comentar un poco de mi experiencia en tiempo real con su banda y el grunge, que de ley estuvo mal que bien en boga en Lima también. Restos de ello se ven hasta hoy en polos piratas con el logo de Nirvana o la cara de Cobain usados por los neo jóvenes a la par que puedes también ver en la calle polos de Taylor Swift o Rosalía.
En los primeros 90 escuchaba principalmente doble 9, fue ahí donde gocé escuchando “More” de Sisters of Mercy, School of Fish, “Until she comes” de Psychedelic Furs, hasta “100%” de Sonic Youth. Harta música. Todos esos sonidos los podías encontrar en las tiendas de CDs/discos de la ciudad y, evidentemente, en los locos que vendían piratería en Av. La Colmena. Fue uno de ellos, Julio “caradebuke”, quien hacia 1992 me vendió un cassette original que ya había pagado su inversión con creces = había sido pirateado en extremo. Se trataba del “Nevermind” (1991) de Nirvana. Recuerdo haberlo escuchado en casa en walkman con audífonos y que lo sentía de un feeling punk. Buen pop, en suma. Si podía disfrutar Billy Idol, Nirvana iban un poco más allá.
En el colegio, estaban los metaleros, rastas, salseros y new wavers. Algunos escuchaban de todo. No era raro que hubieran compañeros que disfrutaban Poison o GunsN’Roses como Nitzer Ebb o The Cure. La cantidad de asombrosa música disponible hacía que por igual pudiera entonarme con Robotiko Rejekto, Soup Dragons, The The, The Sundays como con el “Nevermind”. Los días pasaban y el 93 sufrí un escalofrío epistemológico al conocer a Juan Antena/Hipno y, gracias a él, The Darkside, HNIA, Spectrum además mi broder Jaime me presentó el shoegaze y yo casi no podía darme abasto para terminar de culturizarme con la década 80’s. Valgan verdades mi escaso presupuesto no me permitía mandarme pedir cintas o grabaciones como hubiera deseado. Recuerdo que a Nix7Records le pagué 15 soles por que me grabe en un maxell de 60 minutos: Tears For Fears en versión, Enigma en versión, Clan of Xymox, The Charlatans, The Shamen y hasta “Join the chant” de Nitzer Ebb et al.
Era normal ir por la calle y ganarte con algún vendedor en el mercado escuchando Studio 92 emitir “Two Princess” de Spin Doctors, cualquier otra emisora en la combi podía pasar Locomía o Erasure a la par con El General o Las Chicas del Can.
Llegó 1994 y recuerdo a Jaime mostrarme el CD de Rage Against the Machine. Lo había visto mencionado en alguna Britannia -el fanzine de Helene Ramos- y en una lo encargó. Digamos que fue algo así como plancha quemada porque su sonido era diametralmente opuesto a lo que nos afanaba. En seguida empezó el boom del rock alternativo/grunge. Doble 9 dejó de pasar indie wave o modern rock y basó casi toda su programación en lo que vendía en USA, el grunge de Screaming Trees, Pearl Jam, Soul Asylum, etc. Si en Disco Centro, tres años antes podías conseguir CDs de techno y wave ahora aborrataban los estantes el soundtrack de la película “Singles” y similares artefactos de la era Seattle.
La música y el tiempo seguía corriendo y fui conociendo otras bandas y estilos. Desde My Bloody Valentine hasta Spacetime Continuum. Seguramente uno de los factores que me eximió de caer en lo grunge fue que no tenía acceso al cable y por ende no veía MTV, a las justas me daba un tiempo para sintonizar UHF y poco más. La gente empezaba a circular conciertos en VHS de Slowdive y Spacemen 3. La internet arribó a nosotros cual Biblioteca de Alejandría. Así las cosas, la escenita under volcaba sus intereses a sonidos alejados de lo mainstream/pacharacaso.
Existían grupos grunge evidentemente. Recuerdo a Huelga de Hambre en la UL y a los Litio Por Dentro, constantemente invitados al programa “2001” de Radio Miraflores. Pero la verdad no me motivaba escuchar o cultivar bandas peruanas. Mis intereses musicales corrían lejos y baste decir que la primera banda peruana que amé y coleccioné fue Silvania, en el 93. Luego vino Crisálida Sónica y al rato la onda brit pop pasó a gobernar las radios. Nunca olvidaré cuando, allá por el 97, un colega de la Facultad hablaba encomiosamente de Stone Roses, diciéndome que su etapa actual -la de su retorno a mediados de los 90- era superlativa al lado de lo que fueron en los 80, cuando “no pasaba nada con ellos”, según él.
Como verán, la onda grunge pegó fuerte y hasta mi primo Billy, al que le había presentado MBV, Slowdive, Spacemen 3, etc terminaría enganchado a ella. Era 5 años menor que yo y sus amigos lo direccionaron por ese canal.
Hace unos 10 años, en aquel programa “3G” de Movistar, recuerdo haber visto a una actriz criollona decir que sus hijos escuchaban Nirvana y que era algo por lo que toda persona debía pasar. Para ser sincero yo ni recuerdo haber visto la noticia de la muerte de Cobain, ya estaba volando alto y casi no veía TV. Alguna vez, el 94, con los Hipnoascensión en un parque en San Felipe (Comas), un Domingo, recuerdo escuchar a los vecinos ver el descentralizado mientras ensayábamos. Ahora que lo rememoro, solía admirarme de ver en los noticieros a políticos como Luis Alberto Sánchez. La TV basura inicia en esta época.
Sí, los 90 fueron una década locasa. Más allá de lo que los medios han contado. Yo lo viví en todo su esplendor y no me arrepiento de nada.
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