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Mar de Copas: “Hoy en día, decir ‘rock’ me suena más a decir ‘pop’”
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A pocos días de su concierto en el Gran Teatro Nacional, Mar de Copas nos cuenta sobre sus tres décadas de carrera, evolución y resistencia artística. En esta conversación con Wicho García, vocalista de la banda, exploramos cómo el grupo ha logrado sostenerse solo, sin depender de la industria, en una escena musical en evolución. Desde sus inicios en la escena subterránea con Narcosis, hasta su lugar en la memoria colectiva del rock peruano, hablamos sobre su postura frente a la transformación del rock, la censura del arte y la honestidad en la música.
Mar de Copas se presentará el viernes 14 y 15 de febrero en Amor de Verano, un show especial junto al Coro Nacional de Niños en el Gran Teatro Nacional. Las entradas están disponibles en Teleticket.
Mar de Copas nació en un circuito más alternativo, pero con el tiempo se convirtió en una de las bandas más populares del país. Hasta qué punto sienten que su evolución ha sido orgánica y hasta qué punto fue una necesidad de mantenerse en la escena?
Wicho García: Fue orgánico desde el inicio, porque la banda prácticamente se formó durante la grabación del primer disco. Cuando Manolo y Toto llegaron como dúo para pedirme que les produjera las canciones que habían compuesto, nadie imaginó que, durante esa grabación, yo terminaría siendo el cantante y que las chicas, la novia de Manolo y una amiga de Toto, terminarían siendo la tecladista y corista de la banda. Todo se fue armando.
Eso lo hizo bastante orgánico desde el inicio. En aquella época, aún existía una industria musical que dependía de los sellos discográficos, todo dependía de si les interesaba tu producto. Fue difícil, pero tuvimos la suerte de que un amigo mío de muchos años, Pedro Cornejo, con quien intercambiaba discos, trabajara en ese momento en el sello ‘Virrey’. El ‘Virrey’ no se interesó en el proyecto cuando se lo presentaron, pero Pedro tuvo la gran idea de vender la posibilidad, que en otros países era muy común, a los mercados alternativos. Existían subsellos o sellos pequeños que atendían a un público más alternativo, más pequeño que el mainstream. Finalmente, lograron venderles la idea y así nació un subsello llamado ‘OHM’, que luego se convirtió en ‘¡Eureka!’.
Y fue así, por esas circunstancias, que logramos sacar nuestro primer cassette y, más adelante, el primer disco. Siempre pensamos que la banda no duraría más de dos o tres años, que es lo que normalmente duraban los grupos. No teníamos una proyección tan lejana. Simplemente se fue dando. Eran años en los que el rock nacional aún estaba descubriéndose.
¿Cuándo comenzaron a sonar?
No tuvimos una canción en la radio hasta 1999, seis años después, con nuestro cuarto disco. Fue entonces cuando ‘Suna’ entró a las emisoras, y esa fue la primera vez en que, digamos, el asunto se hizo un poco más masivo.
Eso nos dio un poco más de aire. Pero a partir de ahí, con el declive de la industria debido a la tecnología, las cosas cambiaron. Primero fueron los cassettes, había piratería de cassettes, luego llegaron los CDs, y con ellos pasó lo mismo. Al principio, se fueron yendo los sellos extranjeros, y luego los sellos nacionales quebraron. Nos quedamos sin industria. La industria se volvió la piratería.
Con todos esos problemas, creo que nuestro crecimiento de alguna manera siempre ha sido eso: orgánico. Con una industria, aunque débil, fue industria. Después, sin ella, nos movimos con lo que teníamos a mano, distribuidoras y, principalmente, nuestro propio dinero. Creamos un sello propio para seguir adelante.
[…] Hemos tratado de sobrevivir, más que entrar en una industria que iba en declive. Creo que la palabra orgánico tiene que ver con esto, porque de alguna manera siempre nos hemos sostenido solos, ya sea con o sin industria.
Pasaste de ser la voz furiosa y cruda de Narcosis a liderar una banda que tenía una sensibilidad mucho más melódica y lírica. ¿Cómo fue ese cambio?
El cambio vino con Narcosis. Yo crecí con música siempre a mi alrededor, y las bases de lo que escucho ahora, están en lo que escuché de niño. Por un lado, estaba la música clásica que escuchaba mi mamá, y por otro, lo que mis tías y mi papá escuchaban, que eran baladas, los Beatles y toda la nueva ola de los sesentas. Todo era muy melódico. Eso, sumado a la complejidad estructural y armónica de la música clásica, siempre ha estado dando vueltas en mi cabeza. Por eso terminé en los 70, enganchado con la música progresiva, que tenía un poco de todo. Melodía, estructuras rítmicas complejas, y estructuras melódicas y armónicas igualmente complejas.
Mi gusto siempre ha estado ahí. Música clásica, Beatles y pop. Cuando llega Narcosis, en realidad, me pareció extraño. Recuerdo que, en 1984, cuando ‘El Cachorro’ me llamó para cantar un par de canciones en un primer concierto donde el cantante original de Narcosis no iba a poder estar, recuerdo que pensé: ¿punk? ¿pero el punk no estaba muerto?. Es decir, el punk fue de 1977 hasta principios de los 80 y luego desapareció, ¿no?
En parte.
No estaba tan integrado. Yo venía de trabajar dos años en Cañete y de escuchar otra música. Y entonces dije, ‘bueno, vamos’. Después de eso, me pide quedarme en el grupo. Pero entendí que, en realidad, más que de la música punk como género, de lo que se trataba era de actitud. Y era una actitud que nos servía en ese momento para dirigir toda esa frustración que estábamos sintiendo como una generación que estaba siendo prácticamente bloqueada por la situación económica por un lado y por Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) por el otro lado. La guerra interna, el terrorismo de Estado y el terrorismo del Sendero y del MRTA. No había futuro. Entonces, era como si el discurso del punk setentero en Inglaterra y en Estados Unidos contra el sistema, y todo eso de ‘No future’, se estuviera dando en nosotros de una manera mucho más real, prácticamente no veíamos salida.
Estábamos en medio de cochebombas y todo ese contexto. Entonces, eso me permitió, al menos a mí, sacar toda esa rabia, esa frustración y ese no saber qué hacer con nuestras vidas. Pensábamos: ‘Esto es lo que hay que hacer’, ‘No sabemos tocar’, ‘Bueno, no importa’. El punk te permitía no saber tocar y sacar toda esa rabia musicalmente. Y también salvarnos. Yo sentí que en esa época, o te insertabas en el sistema de alguna manera o hacías arte para salvarte. O, la otra opción, era irte a una de las facciones, y qué ocurrió. Hay gente de los subtes que terminó en el MRTA, y otros por ahí, muertos.
[…] Para mí fue catártico y por otro lado experimental. Pero mi base siempre ha sido lo melódico, el pop y las estructuras complejas de la música. Cuando terminó Narcosis, Miki González me llamó para trabajar con él. Yo ni lo conocía, pero cuando comencé a escuchar lo que él hacía, me pareció increíble toda la producción que estaba haciendo. Pensé: ‘Esto es lo que había buscado durante diez años desde que salí del colegio’, y empecé a trabajar con Miki. […]
Te encontraste.
Sí, en ese momento pensé: ‘esto es lo que quiero hacer en la vida’. Ni siquiera quería ser cantante. Cantaba, pero lo que realmente quería era ser productor musical y grabar. Esa fue siempre mi pasión.
Hoy en día, hay una tendencia a crear música pensada en algoritmos y viralización. ¿Crees que esa inmediatez ha afectado la honestidad artística? ¿Cómo ves a los nuevos artistas componiendo desde esa lógica?
Inevitablemente, así como va, la tecnología nos lleva a nuevos retos y formas de expresarnos. Al igual que Van Gogh, quien solo vendió un cuadro en su vida y después fue considerado lo que es ahora. Un genio.
Después de morir.
Sí. En vida, no gozó ni de la fama ni del aprecio que se tiene ahora por su arte. Todo nos lleva a algo. Los visionarios siempre tienen algo que dar, aunque a veces en el momento equivocado. Pero la tecnología, en los últimos 60 años, ha avanzado tan rápido que todo ha cambiado drásticamente. Yo soy de una generación que ha visto esa transición, desde escuchar los discos de acetato, al vinilo y a los cassettes. He visto todo eso.
[…] Para tener una banda, tenías que saber tocar, tenías que tener un buen sentido musical. Aunque no tocaras perfectamente, tenías que cohesionar bien la música, hacer que suene potente, creíble. Algo que, los grupos nacionales de aquí no tuvieron en los 60s. Si escuchas a bandas como Pax o El Polen, eran músicos excepcionales. Realmente se tomaban las cosas muy en serio. Y más allá de los 80s, con el contexto del punk y el ‘hazlo tú mismo’, y el ‘no sabes tocar, pero no importa’, por lo menos había una actitud que te permitía sacar un producto que podía ser contracultural, y de alguna manera tocó a la siguiente generación, a la nuestra, y dio frutos.
Esto ocurrió tanto aquí como con Narcosis en Colombia. Narcosis fue la raíz de un gran movimiento contracultural llamado Punk Medallo, que floreció en Medellín, luego en Bogotá y en toda Colombia. Así que, con lo poco que hicimos, surgió algo así. Pero lo importante era, sin duda, esa autenticidad total y absolutamente honesta de sacar algo que saliera de las entrañas.
Entonces, ahora que llega todo este contexto tecnológico, que creo que se alimenta también desde los 90s con el MIDI. Empieza a desarrollarse toda esta idea de la interfaz, y los ‘no músicos’ pueden hacer música con la nueva tecnología MIDI. Después vienen los samplers, con millones de discos y canciones que utilizan fragmentos de otras canciones o discos para crear su música, sobre todo los raperos. Los samplers y los loops, toda esa cultura creativa, basada en lo que ya existe.
[…] Es posible que haya cosas que ahora escuchemos y pensemos ‘nada que ver’, y digamos ‘esto no tiene ningún espíritu’. Pero tal vez sea un espíritu nuevo el que debamos tratar de entender, uno que vaya progresando y, de alguna manera, en algunos años, la música hecha de esta forma tenga un sentido mucho más honesto, por decirlo de alguna manera, o sobre todo, emocionalmente válido.
¿Cómo percibes la música?
Yo vengo de una generación en la que la emoción tiene que ver con la música. La música que me gusta es la que me conmueve, es la que, de alguna manera, cuando la escucho, sea la música que fuera, mueva algo en mí. […] Creo que toda esta nueva tecnología puede llegar a algo en algún momento. Al principio, como en cualquier comienzo, puede haber mucha basura, porque así es el proceso, experimentar, probar, equivocarse, hacer un montón de cosas que no sirven. Pero, de repente, empiezan a surgir cosas valiosas.
Así que no puedo predecirlo, pero vienen cosas nuevas, nuevas formas de escuchar, de crear y de distribuir música. ¿Quién puede decir qué es bueno y qué es malo? Al final, lo único que importa es si te conmueve.
Mar de Copas ha sido parte de festivales como Vivo X El Rock, que recientemente han abierto el espacio a bandas como Los Mirlos, a pesar de haber mencionado que sería un espacio exclusivo para el rock. ¿Sienten que esa brecha se está cerrando? ¿O todavía hay prejuicios dentro del rock hacia estos géneros?
Así como tenemos la capacidad de ser abiertos, también podemos ser propensos a los prejuicios. Siempre están los fundamentalistas del rock, los que dicen: ‘Esto es rock, esto no es rock’, ‘Esto es pop, esto no es pop’. Pero el rock, para empezar, nunca ha sido un género puro. Siempre ha sido una fusión de varias influencias: country, folk, blues, jazz. El rock puro no existe. Desde sus inicios, siempre ha sido una fusión de estilos que permite transformarse y mezclarse con otras cosas, con el funk, el soul, la electrónica o cualquier otro género.
Y evoluciona.
Evoluciona y, al final, el rock también es pop. Hay rock comercial, rock con un enfoque más melódico, el metal, que es un mundo aparte. Creo que el rock es tan permeable a otras influencias que, hoy en día, decir ‘rock’ me suena más a decir ‘pop’.
Mis raíces están más ligadas a esa fusión de música compleja, como la música clásica, y a toda la ola pop de los sesenta. Los Beatles, por ejemplo, comenzaron haciendo pop y luego evolucionaron hacia algo más experimental, influyendo en el rock progresivo y la música complicada de los setentas. Entonces, también experimentaron, y creo que ese es el verdadero espíritu del rock. Experimentar, nutrirse, seguir creciendo y diversificarse, incluso hasta el punto de tal vez ya no sonar como rock, pero seguir siéndolo.
Para mí, Los Destellos, por ejemplo, o esos grupos antiguos, como Los Mirlos, que hicieron cumbia psicodélica en los sesenta, también se nutrían de todo eso, del rock, del pop y de la música psicodélica. Entonces, a estas alturas del partido, decir ‘esto es rock y esto no’ me parece un poco… No quiero decir ridículo, pero al menos fundamentalista, cerrado, poco abierto.
Purista.
Sí, el rock jamás ha sido puro, nunca lo ha sido. Así que hablar de ‘rock puro’ me parece total y absolutamente un sinsentido. Me da mucho gusto que festivales importantes como este no solo le den espacio a otros géneros que podrían considerarse una fusión del rock, sino que también apoyen a grupos nuevos. Eso me parece aún más importante. Bandas como la nuestra, que ya tenemos nuestro público y trayectoria, podemos prescindir de estos festivales y seguir nuestro camino y darle cabida a otros grupos que estén haciendo cosas interesantes.
En otras partes del mundo, el rock nació como un movimiento de resistencia, de contracultura. En el Perú, más bien, estuvo ligado a ciertos círculos de élite que tenían acceso a instrumentos y equipos. ¿El rock peruano ha sido realmente contracultural, o un reflejo de la desigualdad del país?
Toda tendencia artística, cuando surge, sigue lo que mencionó Frank Zappa: ‘No hay otra forma de crear cosas nuevas que rompiendo las normas’. Tienes que romperlas, ser contracultural para abrir un nuevo camino. Tienes que romper lo establecido y explorar qué hay más allá, mirar un camino, mirar otro camino. Desafiar lo establecido para encontrar una nueva dirección. El rock, en sus inicios, también fue así.
El sistema tiende a decir primero que no. […] Pero el rock ayudó a que las puertas se abrieran un poco más, y la industria lo adoptó como una nueva oportunidad para generar dinero. En un momento decían: ‘No, esto va a corromper a la juventud’, y luego: ‘Espera un momento, tenemos a toda esta juventud dispuesta a comprar esto’. Entonces, el discurso cambia, generalmente en sentido mercantilista.
Finalmente, el sistema, que antes rechazaba lo nuevo por considerarlo peligroso, ahora lo acepta porque puede generar una nueva industria y mucho dinero, como ocurrió con el rock. Así, el rock pasó de ser algo contracultural a convertirse en una industria más. Y eso sucede con prácticamente todo. Como decía Peter Guralnick: “la vanguardia de hoy será el pop del futuro”.
Enfrentaste una controversia por una imagen que compartiste en redes sociales en el contexto de la censura de la obra de teatro “María Maricón”, que generó polémica sobre los límites de la libertad del arte y la sensibilidad religiosa. ¿Cómo ves esta postura? ¿Crees que la escena peruana sigue siendo conservadora?
Creo que eso depende de una cuestión más personal. En el rock y en cualquier otro género, también hay grupos que hacen su apostolado. Hay rock cristiano, rock probablemente musulmán o algo así. Eso es normal, siempre ha existido y siempre existirá. Pero en este caso, simplemente, creo que ha servido para clarificar quiénes están un poco más en ese lado. Y está bien. Creo que cada uno tiene sus propios límites, y hay quienes también tenemos la libertad de apoyar. Apoyar la libertad que tiene el arte para decir lo que tiene que decir.
En el arte, creo yo, no debe haber límites porque el arte justamente se trata de la expresión, de la expresión sin límites, y puedes decir absolutamente lo que quieras, sobre lo que quieras. Nada es sagrado en el arte. […] El arte debe ser, justamente, para ser arte y ser honesto, libre. Libre de expresar lo que sea, de lo que sea.
Muchos artistas peruanos han intentado dar el salto internacional con distintos enfoques y han logrado reconocimiento, pero aún falta un impacto sostenido en la escena. ¿Qué crees que hace falta para que la música peruana logre tener una presencia más fuerte en la industria global?
Para empezar, tener una industria aquí. Los sellos internacionales, por ejemplo, lo primero que te preguntan es: ¿y tú cuánto vendes en tu país? Pero, ¿y si no tenemos una industria? ¿Dónde están los números? ¿Qué sellos existen? No existen. Prácticamente no los hay. Solo existen sellos independientes y distribuidoras. Por ejemplo, en nuestro caso, trabajamos con una distribuidora que no es un sello. Funciona como un sello, pero no lo es. La industria aquí murió.
Entonces, ¿qué puede esperar un sello extranjero relacionado con industrias como la de México o Argentina, que sí tienen una industria musical?. […] Con el streaming de ahora, las reglas del juego han cambiado mucho. Entonces, creo que es eso, nos falta una industria que nos ponga en el mapa y que pueda conectar cifras con otras industrias que también puedan ponerte en el radar.
En Colombia, por ejemplo, la industria también es fuerte. De esa manera, una industria como la norteamericana puede interesarse en alguien como Shakira y volverla lo que es ahora. ¿Te das cuenta? O como con Juanes. Hay industrias que soportan eso, que lo apoyan, lo alimentan y que se conectan con la industria extranjera que te quiere llevar hacia otros lugares.
Un respaldo.
Sí, un respaldo. Eso aquí no existe, y ni siquiera hay una política cultural que lo respalde. Además, en este momento hay una especie de cacería de brujas. Prácticamente con la cultura y la memoria. Así que, no diría que estamos retrocediendo, pero sí estamos nuevamente luchando para que todo esto crezca, ya han habido otros intentos.
[…] Sin embargo, me parece que es algo bueno porque son ciclos, y esos ciclos nos sirven para seguir luchando y finalmente nos hacen más fuertes, porque de lo que se trata es de seguir siendo libres para expresarnos como artistas, esa es mi perspectiva.
Hay que seguir luchando.
Sí, hay que seguir luchando.
Las 3 preguntas con Wicho García:
¿Tres bandas favoritas?
Steely Dan, Allan Holdsworth, y Luis Alberto Spinetta.
¿Tres artistas nuevos que te gustaría recomendar?
Tomberlin, Lizzy McAlpine, Phoebe Bridgers
Un concierto que cambió tu vida.
Spinetta en Lima en el 2007.
¿Cómo fue ese concierto?
Fue maravilloso, porque no solo fue el concierto, sino también el día anterior. Estuve en una ‘clínica’, así la llamaron, y tuve una conversación con el flaco. Y fue increíble. Más allá de la espectacular música y poesía que nos dejó, su aura, su energía, eran tan fuerte que lo único que quería era estar ahí, escucharlo, sentir esa magia que transmitía, esa magia que nos ha legado. Fue una de las experiencias más hermosas que he vivido.
Mágico.
Realmente mágico. Qué increíble, qué energía, y qué humanidad que tenía ese sujeto. Una especie de pequeño dios aquí en la tierra.
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